Santiago, capital de las gárgolas olvidadas


Benxamín Vázquez lleva más de 30 años mirando al cielo, fijando la atención en uno de los tesoros que Santiago tiene olvidados en los tejados de sus edificios. Las gárgolas, esas obras de arte centenarias que vigilan las calles de las capitales, pasan desapercibidas ante las miradas curiosas de sus visitantes y vecinos, eclipsadas por el resto del patrimonio que ofrece la capital gallega. Algo difícil de creer, teniendo en cuenta que es quizás una de las ciudades europeas con “mayor densidad” de estas máscaras de piedra, como las llama el escritor y periodista orensano, que Hasta la fecha ha contado alrededor de 300.

Vázquez continúa la labor iniciada en los años 90, cuando publicó el folleto ‘Gorgeos de gárgolas’ (1993), en el libro ‘Gárgolas de Compostela’ (2023) coeditado por el Consorcio de la ciudad. Junto al fotógrafo

«Quarks de un cantero»

Cuenta el periodista que un artesano le dijo una vez, hace muchos años, mientras observaba aquellas figuras fantásticas en las alturas, que No son más que “caprichos de cantero”. Y cualquiera podría pensar que, en una ciudad con una tradición religiosa tan potente como Compostela, estas tomas de agua esculpidas en piedra tendrían una fuerte vinculación con la iglesia y una labor eminentemente moralista, pero la realidad se presenta de otra manera.

“Representan en su mayoría figuras del bestiario”, de carácter fabuloso, “figuras híbridas y monstruosas” que “en la época medieval tenían un significado religioso muchas veces negativo”. Este sentido catequético, sin embargo, se perdió con la llegada del Renacimiento y el Barroco, que fueron los estilos más abundantes en las calles de la capital. Los artesanos de la época moderna, hoy anónimos, trabajaban “a sus anchas”, libremente y, en muchas ocasiones, rRepresentaban bestias, mitos, deidades grecorromanas o incluso caricaturas de personajes de su época.cuyos nombres no han sobrevivido hasta el día de hoy.

“Sabían lo que hacían”, explica Vázquez, porque “esculpían las más irónicas y burlescas para los espacios más altos”, donde no estaban controlados. “Da la impresión” de que existía una especie de “burla” interna entre los artesanos que ni ocultaron ni disfrazaron, y que pasa desapercibida para quienes desconocen el simbolismo de las ideas que representan. Prueba de ello es que, del mismo modo que podemos encontrar águilas -que tienen el don de la videncia- y leones -poderosas bestias que nunca duermen- protegiendo las entradas a distintos enclaves de la ciudad como el antiguo Hospital Real (hoy Hostal de los Reyes Católicos) o la Alameda, Los guardianes del Monasterio de San Martín Pinario, frente a la Catedral, no son otros que ballenas, “que se tragan todo lo que se les pone por delante”. Una muestra más de ese “sarcasmo” que caracteriza las obras de la ciudad, en este caso con la iglesia como objetivo. También en el antiguo Hospital Real, entre las 78 figuras que adornan su cornisa, ojos atentos podrán localizar otra gárgola significativa de la institución sanitaria: El rostro de un paciente anónimo, que se sostiene la cara debido a un fuerte dolor de muelas.. Un joven desnudo, que se sujeta las rodillas y muestra un orificio anal abierto -que constituye la salida del agua- es otro de los ornamentos del edificio histórico de la Plaza del Obradoiro, otra burla esculpida en piedra que asoma desde los tejados de la ciudad.

Patrimonio ignorado

Más allá del carácter casi anecdótico de las obras, es innegable el valor histórico que poseen, reflejando todas y cada una de ellas un momento concreto de la historia. Un patrimonio que cada año se degrada un poco másescondido en las alturas de calles y edificios que atraen cada día a miles de visitantes que desconocen su relevancia e incluso su existencia.

Vázquez atribuye el paso desapercibido de estas obras de arte a “lo que tiene para ofrecer Santiago, “destino de peregrinación”, que sumado a la altitud en la que se ubican crea la receta perfecta para que caigan en el olvido. Sin embargo, esto no justifica el estado deplorable en el que se encuentran muchas de estas figuras centenarias. «Cuando hice la presentación ya pedí a las autoridades que quitar las malas hierbas, que destruyen la piedra«, recuerda, »y sobre todo que quitaron ciertos canalones y bajantes metálicos que los ocultaban«. En definitiva, es una parte del patrimonio que debemos empezar a »cuidar«.

Además, “tiene que haber guías más especializados”, como ocurre en otras ciudades europeas que saben aprovechar esta parte de su historia. A pesar de Hay algún ‘tour’ que permite ver las gárgolas Los más llamativos de la ciudad, Vázquez es quien cree que si se quisiera se podría hacer mejor, utilizando recursos como las imágenes o tecnologías que nos permitan verlos con mayor detalle. Una función que su guía, a la venta en librerías, tendrá que cumplir en solitario de momento.

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