«Fede fue genio y figura hasta la sepultura»


Faustino Suárez no ha dejado de visitar la tumba de Federico Martín Bahamontes desde que el decano de todos los ganadores del Tour de Francia fuera enterrado en el cementerio de Toledo el pasado 9 de agosto, un mes después de cumplir 95 años. “Era un genio y una figura hasta la tumba”, remarca Faustino, memoria viva del ganador de la prueba francesa en 1959.

«Fede era un nervio puro, no podía quedarse quieto. Le gustaba mucho poner todas las cosas al día. En la bici era como en la calle, un fenómeno», dice Faustino, «uno más en la familia de Fede». En su 84 cumpleaños, su fiel amigo gregario durante 71 años enumera los logros de Bahamontes a una velocidad vertiginosa. «Ganaba infinidad de carreras, con un palmarés muy grande en su momento, con bicicletas que pesaban 12-13 kilos, frente a las de 7 ahora, y porque la Unión Ciclista Internacional no autoriza que puedan adelgazar un kilo más.. . Bahamontes se iría ahora“, oración. «No sé si en el último momento pudo ver en la televisión a los ciclistas de hoy que, tras llegar a la meta, se meten en una bañera con agua fría para relajar los músculos. Fede se reía y decía que le echaba un balde de agua fría en la cabeza”, relata la sombra alargada de Bahamontes, que en realidad se llamaba Alejandro, como luego apareció en su DNI. “Un hermano de su padre dijo que había llamarse Federico y Fede supo que se llamaba Alejandro Martín Bahamontes cuando pidió un acta de nacimiento en Val de Santo Domingo”, explica Faustino.

Su estrecha hermandad con la estrella del ciclismo comenzó cinco años antes de que el ciclista ganara la ronda francesa; un vínculo que no se ha roto hasta la muerte del ‘Águila de Toledo’, ciudad a la que llegó Bahamontes con tan solo seis meses de edad. «Fede tenía una tienda de alquiler de bicicletas enfrente de mi casa, en la calle Honda, y yo empecé a ir allí. Aunque era pequeño, solo tenía trece años, la bicicleta me gustaba mucho y revoloteaba por la tienda. Y allí me quedé de aprendiz con él». Se alquilaron bicicletas a 50 céntimos de peseta la hora, aunque los chavales intentaron alargar el tiempo con un clásico: con las manos llenas de grasa decían que se había soltado la cadena.

Un templo de peregrinaje

“Fede ya era conocido en el mundo de la bicicleta porque había corrido por Asturias y muchas carreras de un día”, recuerda Faustino, cuyo primer salario era de cuatro pesetas al mes. El negocio, abierto un par de años antes y ahora convertido en vivienda turística, estuvo a cargo de los padres de Bahamontes, Julián y Victoria, hasta que lo cerraron en 1958 para abrir la tienda en la Plaza de la Magdalena, esquina con calle Sierpe, Convertido en un supermercado durante años. Hasta que cerró el día de San Valentín de 2004, Fue templo de peregrinación de turistas y aficionados al ciclismo, especialmente franceses, ya que Federico ganó el Tour, el premio de la montaña y una etapa en el mismo año.

“Estuve allí para recibirlo cuando llegó a Toledo”, recuerda entre risas Faustino, cuyos recuerdos agolpan su memoria. Era el 20 de septiembre de 1959, domingo, y su jefe iba en un auto descapotable junto con el director de su equipo, Dalmacio Langarica. Lo escoltaba Faustino en una bicicleta de Olías del Rey y, con él, todos los ciclistas del club Peña Bahamontes, el equipo ciclista ‘amateur’ que había creado Federico: Rafa Carrasco, ‘el Lechero’; Julio Díaz, ‘el pintor’; Ángel Hernández, ‘el Chato’; Alfredo Rojas, Isabelo Sánchez… «Fue un gran día para Toledo principalmente y recordabas a muchos amigos que habían trabajado con él en el mercado de abastos, al lado del teatro Rojas». Porque Federico, que nació en una caseta de peón de la localidad de Val de Santo Domingo, repartía fruta con una carretilla en los comercios del sinuoso y empinado casco histórico de Toledo antes de empezar a revolucionar el ciclismo.

Faustino Suárez, tercero por la izquierda y con los brazos en jarras, junto a los padres de Bahamontes frente a la tienda de alquiler de bicicletas de la calle Honda de Toledo

cedido

Cuando Fede ganó el Tour, ya llevaba tres años casado con Fermina, y Faustino, por supuesto, estaba en la bodacelebrada en la catedral de Toledo el 3 de noviembre de 1956. “Estuve con él en todas las cosas buenas y malas”, se ríe su fiel colaborador, que evita hablar de recuerdos negativos, “son cosas muy personales”.

Durante su etapa profesional siempre se cuidó “muy bien”, respetando su régimen alimenticio, “sin grasas”, que luego trasladó a toda su vida. «Nunca fue gordo, siempre fue un fideo y se mantuvo bien.», recuerda su mano derecha, que necesitaría varios días para contar las andanzas con ‘el Águila de Toledo’ después de tantos años juntos.

El gesto que no se olvida

“Siendo ya figura, salíamos a entrenar con él y él programaba la ruta”, le dijo a Faustino, que en ese momento compaginaba el trabajo con su afición por la bicicleta “días libres y de vacaciones”. Suárez, que corrió numerosas carreras por toda España cuando el trabajo se lo permitía, intentó dar el salto al ámbito profesional e incluso fue seleccionado por Gabriel Saura para competir en Italia, pero no pudo viajar por el servicio militar obligatorio. Corría 1962.

Así que dejó su bicicleta y se volcó de lleno en su trabajo en el taller de motos y bicicletas Bahamontes, que estuvo abierto hasta el viernes 14 de febrero de 2004; justo el día antes de que Faustino cumpliera 65 años, retiro. «Fede siempre me había dicho que cuando cumpliera 65 años cerraría la tienda. Y asi fue. El día 14, a la una y media de la tarde, se cerró la puerta y no se volvió a abrir. Faustino no olvida ese gesto, que cuenta públicamente por primera vez: «Fue una cosa muy grande de su parte; respétame hasta que las cumpla”.

Por broma, el del helado que su jefe, que también recibió el sobrenombre de ‘la Lechuga’ como herencia de su abuelo, se comió en una etapa de la ronda francesa. “Él no se detuvo a comerlo. Iba subiendo un puerto de montaña, tuvo una avería mecánica en su bicicleta en la cima y esperó a que llegara el auto que debía ayudarlo. Porque antes no era como ahora, igual, que el coche llega en segundos, entonces como tenia que esperar y si quedaban diez o doce minutos, le dio tiempo a que se comiera un helado, o lo que hubiera sido, una tajada de sandía o melón. Pero no fue un gesto de chulería», aclara.

El punto de inflexión

Faustino saca a pasear un rosario de nombres, los que se codearon con Bahamontes hasta su jubilación en 1965, que venían a realizar carreras de un día en la provincia de Toledo. “En realidad, cuando se ganaba dinero era en los ‘criteriums’ que tenía después de participar en el Tour”, dice. Escudero y mano derecha de Bahamontes durante medio siglo en la Vuelta Ciclista a Toledo, un clásico que arrancó en 1966 gracias a la idea que Cruz Loaisa Pérez le propuso a Federico. “Era el Gran Premio Cimasa”, dice Faustino, que no para de hablar. «Y estuvimos hasta 2015, cuando se cumplieron los 50 años. Fede me preguntó si habíamos terminado y le animé a que lo dejara. Pero me preguntó si al año siguiente haríamos el Trofeo Bahamontes con dos etapas, y lo organizamos en 2016. Desde entonces hemos dejado el ciclismo y el club está dado de baja.

Todos los que se cruzaron con Bahamontes fueron testigos de su envidiable energía, pero un desafortunado percance marcó un punto de inflexión. «Hasta que cumplió los 92 años era un dandi, era genial. Pero tuvo un accidente en su finca de Argés. Dejó el auto en punto muerto, fue a abrir la puerta del garaje, el auto fue hacia él y lo dejó clavado contra la puerta. Aquí empezó un poco su deterioro físico porque tuvo que ir al hospital”, cuenta Faustino, quien también recuerda lo que marcó en Fede la muerte de Fermina, su mujer, el 12 de agosto de 2018.

Continúan ofreciendo sus condolencias a Faustino por la muerte de Bahamontes, cuya maravillosa escultura en la subida a la plaza de Zocodover ve a lo lejos desde su casa todos los días. «A Fede le gustaban muchos sitios para ponerlo, pero siempre decía que el Paseo del Miradero era el mejor sitio. El autor de la estatua (Javier Molina) estuvo mucho tiempo con él hasta que acertó, bueno, porque en la estatua sacó todos sus rasgos de maravilla”, alaba Faustino. Sin embargo, su voz se quiebra un poco cuando le preguntan si va al cementerio a visitar la tumba de su amigo Fede. «Estoy un poco con él; Me acuerdo de él porque han sido muchos años» con Bahamontes, ‘el Águila de Toledo’, emblema de la ciudad.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *