La confesión de un asesino no supone su arrepentimiento


Este texto pertenece a ‘Dossier Negro’, newsletter inspirado en el podcast del mismo nombre, que Enrique Figueredo enviará los miércoles de forma quincenal. Si quieres recibirlo regístrate aquí.

La confesión de un hecho delictivo como el asesinato, el más grave de los que se pueden cometer contra una persona, no siempre da ventaja al autor a la hora de dictar sentencia. Se valoran mucho los beneficios de una confesión que se hace cuando aún no hay investigación de los hechos o si la hay no va dirigida contra quien se dispone a incriminarse. Esta figura jurídica no está tan definida cuando se produce lo que se conoce como confesión tardía. Esto ocurre cuando la investigación ya está en marcha y el investigado durante el proceso aporta información muy relevante en auxilio de la justicia, en el acortamiento de los tiempos de investigación y con el aporte de información muy relevante, especialmente si esto aclara la participación de terceros. ¿Pero están arrepentidos los confesados? Raúl Díaz Chacón admitió durante el juicio que sí mató a su esposa Romina Celeste. Negó que la hubieran encontrado muerta. Lo que sí resultó cierto es que la desmembró y se deshizo de sus restos, como contamos en la última entrega de Dossier negro. Su aportación de información fue inoportuna y poco concluyente.

El asesino Bernardo Montoya actuó en el caso de la desgraciada Marta Luelmo de forma similar a lo que hizo Raúl Díaz con su indefensa esposa Romina, sólo que el onubense confesó el crimen pocas horas después de ser detenido -aunque en las primeras investigaciones- negó cualquier relación con los hechos, y no cuatro años después, como hizo el ingeniero en las Islas Canarias.

Ana Orantes fue asesinada por su marido tras aparecer en televisión

Ana Orantes fue asesinada por su marido tras aparecer en televisión

Canal Sur

Un crimen lo cambió todo. El asesinato de Ana Orantes en 1997 a manos de su marido después de que la víctima apareciera en un programa de televisión relatando cuatro décadas de malos tratos a manos de su marido, y a la postre verdugo, cambió las conciencias de un país que aún no ha asumido la violencia de género. como un problema de Estado. El asesino de Ana la golpeó y la dejó en muy mal estado. La ató a una silla y la quemó viva en el patio de su casa. Se entregó unas horas después del crimen y admitió el crimen.

Confesiones remotas. Durante las vacaciones de Navidad de 2019, Mari Àngels, gerundense de 49 años, ahogó en la bañera a su hija de 10 años. Su confesión de los hechos fue de lo más insólita: lo hizo mientras mantenía una conversación por mensajería instantánea con un periodista del periódico de la ciudad. “Hola Albert, maté a mi hija”, le espetó y luego le contó los detalles de su asesinato.

Feminicidio en serie. Ciudad Juárez, en el estado mexicano de Chihuahua, es un territorio fronterizo y suele ser conocido por ser escenario de episodios de violencia extrema relacionados con el crimen organizado; con los cárteles de la droga. Íntimamente relacionada con todo esto persiste la ignominia de las miles de mujeres asesinadas y desaparecidas en la ciudad sin ningún motivo o cualquier otro motivo aparente que no sea su condición femenina.

Cadáveres mutilados. Como en el caso de Romina Celeste, el desmembramiento de víctimas es una práctica prevalente en estos casos. El autor de la muerte de Juana Canal confesó que mató y desmembró a su pareja 20 años después de que la mujer fuera denunciada como desaparecida. En la serie que se puede ver en Prime Video, encadenadoSe dibuja la figura de un criminal en serie que actuó en Alemania en los años 80 y 90 del siglo pasado, con base real.

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