El último rincón de Urbano Lugrís


lugris urbano (1908-1973) fue uno de los pintores más cotizados en Galicia durante la primera mitad de los años cincuenta. Su prestigio le permitió visitar las principales ciudades de la región, movido por los numerosos encargos que recibió de diferentes lugares, especialmente bares, restaurantes y tabernas, de su Coruña natal, Santiago de Compostela o Vigo. Incluso llegó a ser contratado por el Ministerio de Relaciones Exteriores para pintar un retablo de trece piezas que expondrá en el entonces llamado Instituto de Cultura Hispánica. Fueron años en los que el pintor surrealista también ahondó en su faceta literaria a través de poemas y artículos para la revista ‘Atlántida’, que fundó junto con Mariano Tudela y José María de Labra.

En 1951, Lugrís pintó doce de esos murales en el restaurante Fornos, ubicado en la calle Olmos de la ciudad hercúlea. Las pinturas muestran principalmente visiones de La Coruña y el mundo submarino. Los más característicos comparten una perspectiva del Faro de Hércules desde una playa y una visión onírica de La Coruña. El lugar también cuenta con representaciones de ojos de buey en la pared en los que se aprecian fondos marinos con peces, medusas, conchas y algas, así como diversas leyendas –“Esta casa fue fundada en 1870” o “aquí vive la felicidad”– y unos versos de García Ferreiro: «Si me dieran a elegir, no sé qué elegiría, si entrar de noche en La Coruña o entrar de día en el cielo».

Sin embargo, las pinturas corren el riesgo de desaparecer después de 70 años de constante deterioro y protección inexistente. El establecimiento ha sido ocupado por diferentes empresas de restauración -Fornos, La Bottega y, en última instancia, Brasa y Vino- y los murales sufrieron durante siete décadas el efecto cotidiano del humo del tabaco, los humos de la cocina y la humedad. Elementos a los que hay que sumar el preocupante estado de abandono en el que se encuentra el local desde su cierre hace tres años, con importantes focos de óxido, moho y grietas. “Entra agua y cae por la pared, se rompen dos ventanas, hay ratas y viven palomas”, explica Rodrigo Osorio, portavoz de la asociación O Mural, un colectivo que, junto a In Nave Civitas, lucha por la supervivencia de los frescos durante años. de Lugris.

El informe municipal realizado por los técnicos en marzo confirmó el mal estado de conservación en el que se encuentran actualmente los murales. Cinco de ellos en estado supercrítico, crítico o pésimo. Osorio aclaró para este medio que las pinturas “pueden ser recuperables” si se realiza “una intervención rápida”, según recoge dicho informe. «Pero eso se dijo en marzo. Quizá ahora algunos sean irrecuperables”, lamenta el portavoz de O Mural, que advierte que la inminente llegada de la estación de las lluvias puede acabar destruyendo los cuadros más dañados. “Cuanto más tarde sea la intervención, más difícil será recuperarlos”.

Ambos grupos luchan para que las administraciones protejan estos murales en Lugrís. De momento, están incluidos como parte del Patrimonio Cultural de Galicia y del plan urbanístico gracias a una movilización anterior, en 2016, para la conservación de otro mural del pintor que fue retirado de su emplazamiento y restaurado por Abanca. Sin embargo, Osorio lamenta que “se trata de una protección meramente formal” y exige para estos doce cuadros la misma consideración que se consiguió entonces: la de Bien de Interés Cultural. Esta declaración fue solicitada en diciembre de 2022 por la asociación O Mural, pero la Xunta consumió el plazo de seis meses sin ofrecer respuesta. «Esta situación es la misma que la de 2016 con el mural anterior. La Xunta no quiso pronunciarse y tuvimos que demandarla en el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia. Ganamos el juicio y la Xunta inició el proceso para declararlo Bien de Interés Cultural”, recuerda Osorio.

Al mismo tiempo, los grupos de defensa están a la espera de que los técnicos del Ayuntamiento de La Coruña realicen las pruebas y ensayos necesarios para proteger los frescos del artista, tras recibir la autorización de la Xunta en abril. Entonces, el Ayuntamiento alegó que había exigido a los propietarios una serie de actuaciones por valor de 90.000 euros para evitar que las pinturas siguieran deteriorándose. En caso contrario, los concejales locales lo harían de forma subsidiaria. Sin embargo, el gobierno de la ciudad, encabezado por la alcaldesa Inés Rey, aún no ha ordenado su ejecución. Desde la asociación O Mural insisten en que se trata de “dos procesos diferentes”, aunque destacan que el distintivo Bien de Interés Cultural ofrecería una mayor protección a las pinturas. “Hemos iniciado todos los trámites a la vez para no perder más tiempo porque es una situación de mucha urgencia”, dice Osorio. El portavoz advierte de que en cualquier momento se pueden caer los murales “e incluso el propio edificio”, según les han contado algunos arquitectos.

Por ello, las asociaciones querellantes coinciden en la urgencia de la situación y en la obligación de una respuesta rápida por parte de la administración para atajar de raíz todos los nuevos daños en los murales. Unas pinturas que, además, tienen una particularidad especial: es el único espacio en el que se conservan intactos todos los murales pintados por Lugrís. Del resto, sólo se conservan fragmentos o las pinturas han sido trasladadas a otro lugar. para su conservación, ya sea en fundaciones, museos o colecciones particulares. Así, lo que se busca con estos murales es mantenerlos en su ubicación actual para que los visitantes puedan disfrutarlos tal y como los concibió el artista hace ya 72 años.

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