Amalia Gómez, el “alma mater” del Novaíño



Amalia Gómez Manso tiene 96 años y lo dio con mucho orgullo. El orgullo de una persona que Pasó toda su vida para mejorar. y asegurar el futuro de su familia. Todo empezó en una pequeña tienda de comestibles. donde los vecinos podían encontrar un poco de todo, y un momento alegra a Amalia, un buen humor que todavía disfruta y que considera dos grandes secretos para triunfar con Novaíño y ganar grandes amistades. Después abrí un pequeño restaurante y, años más tarde, o restaurante actual que ahora exime o su neto, una tercera generación tras el paso de los hombres de su fillo. Aún hoy se dedica a ver el establecimiento y no hay mesa en la que no les pregunte si comieron algo o, simplemente, se dedique a hablar con ellos, contarles una broma o contarles un recuerdo y una anécdota de su vida. vida. Acaba de recibir el premio Pedra Alta concedido por el Patronato del Museo de Limia.

A nadie le sorprende que nos digan que “antes eran otros tiempos”, pero quienes te vivieron pueden dar fe de ello trayendo a su memoria momentos que, comparados con tu forma de actuar, parecían carecer de todo y fueron muy duros. Tiempos de largas caminatas para hacer compras, a veces escasas, para racionar los alimentos y poco tiempo para dedicar menos a poder ayudar en casa. Amalia Gómez Manso fue una de esas niñas que comencé a trabajar de nuevo, ayudando a criar a dos hijos y, tras la muerte de su padre con tan solo 45 años, a mantener a su familia trabajando en una tienda de comestibles desde los 16 años. “Allí teñimos todo, viñateros de toda la región hacen su compra. Creo que vinieron porque él siempre estaba feliz, siempre tenía un chiste y palabras bonitas. Y A la gente le gusta este trato.. “Eso es algo que no ha cambiado en los últimos dos años y se ha convertido en dos lemas en mi vida”. Pero hay algo más que decir para ser siempre un referente… “vouche tell unha cousa, filla. A nosa tenda viña moita people mercar e eu siempre tiene un detalle. Ese día no hubo licor de café, pero les dio un vaso de Sansón y unas galletas. Los que viñaron y no levantaron solos ni los que habían pensado, sintieron que marchaban con más razones (risas)”.

En ese momento, con 21 años, abrió un restaurante cerca de la tienda junto a su marido, Celso Gómez Doval. Eran los años 70, ya que no había muchos lugares para comer en la región de Limia, y eso era lo mismo que hacía hoy en Novaíño. “Allí pararon personas de la zona o personas que estaban de paso para trabajar en obras que se realizaron en la región. Siempre fui muy inteligente e inteligente para que la gente fuera feliz y volviera. Eso sí, nunca con malicia. Le conté un chiste, nos reímos mucho y él siempre estaba sonriendo y de buen humor”. Después de levantar el edificio durante más de 40 años, ahora vivimos como Novaíño, “poco a poco, a medida que avanzamos nos vamos amando”, y con la ayuda de su marido, “la casa es mi trabajo, un trabajador, y muy buena persona”. , eso tengo 16 años que bien“, seguían la filosofía de servir platos de la cocina tradicional entre aquellos cuyo caldo era o era más demandado (aínda hoxe en día o é), sopa, cocido… “criábamos cerdos en la casa y servíamos carne y chourizos en la casa. Chuletas, filetes… o bacalao que había ese día y era más económico que hoy. “Las patacas fueron días para nosotros, días que sembramos y recogimos nosotros mismos”. “Y vino, nos encontramos en el auto y fuimos a buscarlo a Verín”.

Constancia y trabajo

Años de duro trabajo para conseguir un gran negocio. “Trabajaba día y noche, pero siempre estaba feliz”. A eso se suma saber cocinar en la cocina, aunque confiesa “me estoy divirtiendo aprendiendo, eh… me estoy divirtiendo aprendiendo (risas). Y mi marido también. Responde, en confianza, que cuando vine no sabía hacer una tortilla. Una vez ve un muller y pide que le suban algo. Le dijeron que en ese momento no podía con tantos clientes en la tienda, que podía ir a la cocina, recoger los huevos y hacerlo ella misma. Y mientras cocinaba, allí estaba cocinando para aprender a cocinarlo. “Nunca más tuvieron que enseñarme cómo se hacía (risas)”.

Con el paso del tiempo, fueron su hermano Antonio Gómez Gómez, y su madre, Josefa Novas Otero, los encargados de dar continuidad al restaurante, pero siempre bajo la atención de Amalia. Y desde hace unos 15 años, los hijos del matrimonio, Toño y Ana, son los encargados de seguir al frente del negocio. “Fillo y redes crecieron corriendo entre ollas y sartenes, con nuestra clientela habitual que os vio crecer, y sacando vuestras primeras monedas cuando eran jóvenes. Me gustan, así que estoy encantado de que continúen con este negocio familiar. “Esta es la tercera generación y estoy muy orgulloso”.

También debes estar orgulloso de que Novaíño sea un referente para quienes quieren disfrutar de la buena comida. Gente que no duda en irse al campo, a Sandiás, a disfrutar de “buena materia prima, calidad y bonita cocina, y precios asequibles”. Y qué engañado que no es fácil que le pillen: en la atención de Amalia a la que todavía se la ve en el restaurante, “y fue mesa por mesa, preguntando a todos y cada dos clientes a qué le gustaba la comida”, comenta claramente Toño. Y así, todos estamos de acuerdo, que no hay pregunta ni pago.

día de la granja

Hoy en día, liderados por Toño y Ana y su hermana Josefa -a la que más le gusta tener el mando de la cocina-, cuentan con una plantilla de 9 o 10 personas como equipo que incrementa los banquetes que allí se celebran, desde bodas, comuniones. y bautismos, hasta reuniones de empresa. Cada semana tienen menú por 12 euros, los sábados por 15 euros y los domingos por 20 euros., incluimos platos “más elaborados y con materias primas más festivas, como dicen”. Y algo que nunca falla son estas sobremesas. “Tal vez no esté bien lo que digo, pero a todos les gusta cuando lo prueban. Miña nai e irmá tiñen al hombre de santo con eles. De tarta de queso a da avóa. “Squecernos das tortitas, que siguen la receta de Amalia”, comenta Toño. “Ahora simplemente dejan de funcionar, pero aún así, de vez en cuando, voy a la cocina y cocino”, dijo Amalia con brincadeira.

Han pasado los años, hay alguna novedad en la carta, pero ya sea caldo, guiso o una sopa de boa, no falla. El marisco es un referente de calidad y frescura. Como carnes, cebar. “Mucha materia prima te hace diferenciarte sólo por ISO. Y con este logo añadimos una gran cocina…”

piedra alta

Hace unas semanas Amalia recibió el Premio Pedra Alta que otorga el Patronato del Museo Limia. Un premio que se otorga a personas o entidades cuya obra o obra sea capaz de dejar una huella digna de consideración en las Terras da Limia o fuera de ellas, es su origen en ese territorio. En reconocimiento a Amalia, también se rinde un homenaje de éxito simbólico a todas las mujeres que contribuyeron al desarrollo de la región. Un premio que “cuando mo dijo que no lo querían. Eso xa che teño moitos años. Tengo 96 y soy mediana. Sé que todos tus vecinos me quieren bien, bueno, puede que haya algunos que no me quieran tanto… Yo siempre digo que no sería bueno, pero tampoco sería malo, y pueden. Ayuda siempre a quien pregunta por mí.

Ese valor le da a la gente. O trabajar. Gracias por ser adiante. En expediente. Ayuda a quienes están cerca de ti. Cuida a unha man siempre que sea posible. Disfruta de lo que está sucediendo en la vida. Y siempre qué sonrisa. Esa persona es Amalia Gómez Manso. ¡Premio polo parabenos!

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