plaga de chinches y 200 yonkis al día


Las grandes ciudades siempre se rompen por las mismas costuras. Incluso si se vuelven a coser, no pasan de un frágil hilvanado. Y eso es lo que le ocurre a la zona más meridional del distrito de Villaverde, donde tras dos años de relativo parón sin tanta venta de droga en los pisos malditos del número 1 de la calle San Dalmacio, ha vuelto la pesadilla. Para colmo, una plaga de chinches azota estos días algunas de las viviendas okupadas, como pudo comprobar torrevieja news today hace unos días, cuando la comisión judicial y la policía municipal que acudieron a realizar dos desalojos tuvieron que entrar en un segundo y tercer piso con mascarillas y cubiertos con trajes EPI. Como si volviera a ser la pandemia del Covid. Pero la enfermedad endémica es otra, una que también corre como un caballo desbocado por las venas.

Hasta mayo de 2021, San Dalmacio era un semillero de asaltantes pero también de traficantes de todo tipo de sustancias. Fue allí y en el otro escenario que aparecerá más adelante en esta historia donde la organización criminal de pandilleros latinos y explotadores sexuales drogaba y prostituía a varias niñas tuteladas en centros de la Comunidad de Madrid. El infierno de la operación Sana.

Esta semana, no dejaron de pulular, a las doce de la mañana y pese a la visible presencia policial, drogadictos en busca de su dosis diaria. Arrastrando sus huesos a este lugar de la capital donde gira el aire. Tenían la desesperación pintada en sus rostros.

Algunos datos iniciales sirven para hacernos una idea de lo que se vive a este lado de la Avenida de Andalucía, justo al otro lado de San Cristóbal de los Ángeles, uno de los barrios más pobres de Madrid: de las 32 viviendas sociales que hay distribuido En los cuatro bloques de San Dalmacio, 1, sólo uno tiene propietario. Luego, hay dos o tres con inquilinos legales. El resto está en manos de okupas. Y, de estos últimos, en muchos se trafica con drogas. Las 24 horas del día.

“Estoy muy asustada”

Ibrahima está en Madrid desde 2021. Es muy alto, delgado por la desnutrición, tiene 22 años, que bien podrían ser diez más por lo castigado que está por la pobreza, y llegó a España tras abandonar su Mali natal por bote.

“Vivo como okupa con otros cuatro compañeros de piso en uno de los apartamentos”, admite, “pero aquí la situación es muy mala. La culpa la tienen los que empezaron a vender drogas en las otras casas. “Admito que tengo mucho miedo. , porque cada vez que viene la policía tengo miedo de que me lleven, porque no tengo papeles”. El joven, que subraya que no es traficante, dice que la convivencia es nefasta y señala “los grupos de latinos “Quienes son los encargados de controlar el desorden.

La Policía Municipal, con trajes EPI, dispuesta a entrar con chinches en los pisos okupas

DE SAN BERNARDO

Desempleado, con una sudadera que no le salva del frío y en chanclas, sale de San Dalmacio para hacer una pequeña compra. Se ve afectado por las condiciones en las que pasa su día a día, sin poder encontrar trabajo. «Pero todo lo empeora la gente de aquí. Se producen muchas peleas entre quienes venden y quienes vienen a comprar. Llegan chicas jóvenes y se golpean, se insultan…», dice con resignación, dejando en el aire que allí también se cometen agresiones sexuales.

Dos desalojos en una hora

Las dos órdenes de desalojo del día se ejecutan entre las doce y la una de la tarde. Son grupos de dominicanos, y otros que llevan años en el barrio identifican a personas de este origen como los culpables de los narcos departamentos de San Dalmacio. «Pero no son sólo hombres adultos; También mujeres y chicos de bandas latinas”, logra explicar José (nombre falso), que alquila allí desde hace cuatro años: “Por un lado, las casas se utilizan para almacenar droga. Pero ahora van a comprar directamente allí y también consumir. Otras veces empiezan a drogarse en un rincón, al lado de mi casa, y he tenido que colocar una cámara de videovigilancia en mi ventana, para que no se acerquen tanto.

De hecho, desde el primer piso el artilugio se centra en la calle, en lo que queda de la ruinosa entrada al área de interbloques. «Todos los días pasan por aquí 200 o 300 yonquis a comprar. “Se pelean, se insultan… Es cierto que las cosas mejoraron cuando la Policía hizo el allanamiento de 2021, pero está claro que ya debieron haber salido de prisión y aquí están, vendiendo droga a todas horas, ” él dice.

Dos drogadictos, en la puerta de una nave industrial, en Marconi

DE SAN BERNARDO

Cuando los drogadictos fueron expulsados ​​de allí, hace más de dos años, se trasladaron a la ya castigada zona de Marconi, a la estación de Villaverde Alto que comparten Renfe y Metro, y al polígono industrial El Gato, antaño poblado de prostitutas. y proxenetas. Luego montaron un enorme campamento de drogas frente al cual los vecinos del barrio no se quedaron de brazos cruzados. «Estaban en la Nave Ontime, de la calle Zafiro. “Empezaron a meterse allí”, detallan a este diario en el

Fatiga vecinal

Asociación de Vecinos de Marconi. «Estábamos enviando una media de 1.500 o 1.600 correos a la Delegación del Gobierno, a la junta distrital… para colapsarlos. Era un campamento con una sala de 200 metros cuadrados, donde la gente vendía, pero también con salas donde consumía”, relata el fumador tradicional. Como si fuera una nueva Cañada Real.

Tres mujeres prostituidas, en el polígono industrial El Gato, en Villaverde

DE SAN BERNARDO

Fuentes policiales explican que “esta historia es de las que no acaban nunca”: “En los pisos suelen tener pequeñas cantidades de droga -heroína, cocaína, ‘basuco’…- y por eso es muy difícil conseguir una orden judicial para un entrada y registro. Además, en cuanto los echan, viene alguien e incluso derriba los ladrillos con los que están condenadas las ventanas, y vuelven a entrar. Los pisos de narcóticos se consideran viviendas legales y hay que demostrar que su uso es como punto de venta de droga para lograr su expulsión.

Juan, de Marconi, afirma que los ve “todos los días, pero en Villaverde Alto y en El Gato, y eso es una locura”. Asegura que “se está notando la llegada del fentanilo”, porque desde hace muchos años se ve gente adicta a la heroína, “y lo que tenemos ahora no es normal”. Los ve como zombies: “Uno incluso metió la mano en mi mochila para robarme y tuve que abofetearlo dos veces”. Hay barras entre ellos.

Peligro en la estación

Un recorrido presencial por las zonas indicadas por Juan confirma sus palabras. En la calle San Mamés, en pleno polígono industrial, conviven mujeres prostituidas (muchas, muy jóvenes) con unas barracas de pésima calidad donde, a plena luz del día, van y vienen compradores de droga de todo tipo. Incluso en tiendas de campaña. Una imagen desoladora en medio de almacenes de la empresa en los que el movimiento es mínimo: una furgoneta que entra aquí, un joven barrendero que limpia la porquería allá y coches en una explanada donde las esclavas sexuales atienden a los prostitutos. a plena luz del día.

Personas que acaban de ser desalojadas de San Dalmacio, 1

DE SAN BERNARDO

En la calle de Valle de Tobalina, en Ciudad de Frías, en Bascuñuelos, el campesinado no es mejor. Una decena de chabolas salpican los alrededores más cercanos a la estación de Villaverde Alto, donde entrar se está convirtiendo en una práctica de riesgo. Enfrente, una parada de EMT y más bares y empresas. Como un negocio de joyería donde recientemente robaron miles de euros. Y, rumbo a Parquesur, el rastro de la droga continúa, como si nadie lo viera, como si fuera invisible. Pero todo el mundo sabe que está ahí. La cara B de Madrid. Una realidad demasiado común, demasiado molesta para contemplarla desde el coche oficial. Entre tanta inmundicia y tercermundismo, el tiempo parece haberse detenido para los marginados del sur de Villaverde, para los que nunca van a votar.

Lo que queda de un hombre pasa por la estación. Viene desde San Dalmacio a pie: “Había policías en la puerta”.

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