Las visiones sobre Alberto Sánchez y su mundo utópico


Una breve biografía de Alberto Sánchez

El 8 de abril de 1895 nacía en Toledo, en una modesta casa del barrio de Las Covachuelas, Alberto Sánchez Pérez, quien años más tarde se convertiría en uno de los creadores visuales más importantes y revolucionarios del arte español del siglo XX. Antes de poder dedicarse exclusivamente a la pintura y la escultura, Alberto trabajó desde niño en los más variados oficios: porquerizo, ayudante de herrero, zapatero, yesero y panadero. La familia de Alberto era muy humilde. Su padre, Miguel Sánchez Gutiérrez, fue pastor y luego panadero en una panadería. Su madre, Amalia Pérez Pardo, era natural de Bargas y era sirvienta. Con un burro, el niño Alberto recorría puestos de cigarros y ventas repartiendo el pan que su padre había horneado horas antes. En esos caminos y caminos, observando la tierra, el Tajo, el campo y sus colores, encontró respuestas a muchas de las inquietudes artísticas que le surgirían años después, cuando junto a Benjamín Palencia crearon la Escuela de Vallecas. En 1905, en busca de un mejor horizonte económico, su familia se traslada a Madrid. Permaneció en Toledo, trabajando en una fragua. Las chispas del incendio dañaron su vista y a los doce años abandonó la ciudad para reunirse con sus padres. En la capital quiso ingresar a la Escuela de Artes y Oficios para aprender a dibujar, pero no lo admitieron porque carecía de educación primaria, por lo que se vio obligado a ser autodidacta. Y mientras visitaba museos para descubrir a los grandes maestros de la pintura y la belleza del antiguo arte ibérico, Alberto modelaba yeso en el taller de un escultor-decorador, aprendía a leer y escribir y dibujaba en los cafés madrileños. A los veinte años volvió a ejercer la profesión de panadero, que mantuvo hasta que marchó a Melilla para realizar el servicio militar. En aquellas tierras, y sin más obligaciones que las derivadas de su estancia en el Ejército, Alberto dibujó sin parar y se adentró en la escultura, tallando piedra caliza y madera. Al regresar a Madrid, ya licenciado, volvió a la panadería y permaneció allí hasta 1926, cuando ya su nombre empezaba a ser conocido en los círculos artísticos, la Diputación Provincial de Toledo le concedió una beca, de tres años, para que pudiera dedicarse él mismo al arte. La cantidad asignada, a petición de varios artistas madrileños, fue de 2.500 pesetas anuales, equivalente al sueldo de un oficial de panadería. Gracias a esta ayuda, Alberto Sánchez Pérez se convirtió en Alberto, el artista genial, único e irrepetible que quiso dar sentido español y castellano a las vanguardias que llegaron más allá de nuestras fronteras. Pocos artistas como Alberto han cosechado tantos elogios por parte de escritores, pensadores o creadores contemporáneos. Y también hoy. En los textos que nos han dejado sobre él figuras como Rafael Alberti, Pablo Neruda, Jorge Oteiza, Luis Buñuel o Miguel Hernández. Alberto murió en Moscú en 1962, a donde acudió durante la Guerra Civil para enseñar dibujo a los niños y niñas que la República evacuó a Rusia durante el conflicto. Desde su salida no pudo regresar a España. Su amor por nuestro país y nuestra cultura se trasladó a todos los decorados que allí creó para ballets, obras de teatro y películas inspiradas en obras de García Lorca o nuestro universal Don Quijote.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *