La soledad castiga a 10.000 ourensanos que no tienen con quien hablar



Más de 10.000 ourensanos mayores de 70 primaveras están completamente solos: internamente y fuera de casa. Las estadísticas oficiales reflejan que estas 10.464 personas viven solas, pero, adicionalmente, confiesan que no tienen a nadie “con quien puedan musitar de sus problemas cotidianos o sentimientos”. Ningún apoyo social. “A veces te comen las paredes”, cuenta una de las usuarias de la clase de encaje de bolillos de O Pino, una disciplina más asociada a la costa que, sin explicación concreta en las asociaciones vecinales de Ourense, ha calado con fuerza en los últimos primaveras. Mujeres, mayores y la gran mayoría solas. Es el perfil mayoritario de las aulas, que revelan otra ingenuidad: la terapia que suponen para los que están aislados. Otro antecedente: para 1.444 ourensanos que pasan de los 70 primaveras y viven solos, la única persona con la que pueden charlar es un vecino o un amigo. No cuentan con hijos ni otros familiares. Al cruzar las cifras, la ingenuidad es la sucesivo: hay 24.643 ourensanos mayores solos en casa, pero más del 42% de ellos lo están además fuera. Son esos 10.464 a los que no les presta nadie apoyo social, un concepto que el INE mide “preguntando en aquellas viviendas unipersonales si tienen a cierto con quien puedan musitar de sus problemas cotidianos o sentimientos”.

La situación de los mayores solos es palpable en la clase de encaje de bolillos. “Cando me prexubilaron, sempre me gustou vir aos bolillos. Deixei moitos anos sen vir porque tiven ao meu marido moi enfermo. Faleceu. Hai un ano que retomei as clases. Terapia? Pois si. Sempre se fala, coñeces xente… Sales da casa”, cuenta Lupe, una de las usuarias de la clase de encaje de bolillos en la asociación de As Termas, en O Pino. Su compañera, Pepita, además encuentra charla en el camarilla: “Sempre busco poco que facer. Vivo co meu marido, pero el sae ás súas cousas e eu bajo soa. E dixen: ‘Pois vou saír eu tamén”.

“Necesito estar con la parentela”

Hay relatos más duros que otros y a veces es inapelable que las usuarias se emocionen. “Murió mi marido, cada día que pasa es peor. Antiguamente aún salía un par de veces con alguna amiga a por café, pero ahora llevo tiempo sin verla. Es que si te metes en casa, acabas de aquella forma… A mí la casa me come, porque la casa tira mucho”, dice Mercedes, que pide ayuda  a la profesora, Isabel, porque se le atraganta el encaje. La profesora, que lleva 20 primaveras dando clase de bolillos, acude paciente a su rescate.

Isabel conoce cada relato. Sabe que sus clases son mucho más que memorizar a entretejer los hilos para dar vida a un mantel o a un chal. “Aquí muchas veces la historia es socializar, estar con la parentela. Normalmente son mujeres mayores. En la pandemia me las encontraba y me decían: ‘¿Cuándo empiezan las clases? Necesito estar con la parentela, tener compañía’. Esto es una válcula de escape muy egregio, y para la parentela que está sola, la mayoría, más”. En seguida, hace un aviso a una de las usuarias: “Aquí tenemos a Mercedes, que está solita, y en el momento que viene a los bolillos, tiene una forma de musitar con cierto”. Mercedes se anima y cuenta que viene desde el Piñeiral a las clases, en O Pino.

El apoyo social en Ourense llega a 14.179 mayores de 70 primaveras que viven solos en casa. Es aseverar, por el banda positivo, son muchos más los que tienen a cierto al otro banda de la puerta o del teléfono. Contar solo con el vecino o el amigo para musitar es lo menos frecuente (los 1.444 mencionados). La gran mayoría de mayores que viven en soledad solo tienen el apoyo social de sus hijos (3.354 personas). Son aún más los que adicionalmente de los hijos cuentan con alguna otra persona -pariente o no- con la que charlar (4.177). Las dos realidades que restan son la de los mayores que disponen de sus hijos y de sus amigos (1.946 personas) y la de los que solo tienen a otros parientes, que no son sus hijos (1.464 personas reciben el único apoyo de un llano). 

Encontrar amigas

Estas relaciones se entremezclan en las biografías de las usuarias del encaje de bolillos. Hay quienes perdieron a sus maridos, otras a sus hijos. Las hay que dejan las clases un tiempo y vuelven. Alguna, más fresco, llega recomendada por el médico por problemas de artrosis en las manos. Aquí encuentran, sobre todo, amigas: un apoyo social que, según las estadísticas oficiales, es primordial para los ourensanos. Más para aquellos que están solos.

“A verdade é que eu veño aquí e non fago ausencia, avanzo máis na casa. Pero aquí charlas, pasas o rato. A mín facíame ilusión o encaixe de bolillos e non podía vir. Por cousas que pasaron, por desgraza, ao final puiden vir”, cuenta María José.

Felicidade, Teresa, Yoli y las demás posan para la foto de grupo en un alivio. “Aquí hasta nos hacemos las meriendas unas a otras, ¡eh!”, dicen. Son un centenar de mujeres las que siguen las clases de Isabel en esta y otras asociaciones vecinales. Unas 15 en cada camarilla. En los últimos primaveras, el crecimiento ha sido espectacular. Hace al punto que un mes, la Praza 200 acogió el disputa “Palillando entre barrios”, que cumple un quinquenio con muchas adeptas -algún año llegó a participar algún hombre- a esta pasatiempo más típica de las zonas costeras. Todos los primaveras entra parentela nueva. A la profesora le preocupa el licenciamiento. “Me da pena, no sé qué pasará cuando nos jubilemos la otra monitora y yo”. De momento, disfrutan de su válvula de escape. Aquí las paredes no se comen a nadie.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *