La historia del soldado catalán Pere Pahisa, hecha diario, se presenta 86 años después en Cogolludo


En un intenso otoño cultural, la villa ducal de Cogolludo propone una serie de actividades, para todos los públicos, que dieron manifestación con la presentación del ejemplar ‘Pere Pahisa, Diario de lucha (1936-1939). De Mallorca a Frente de Guadalajara’.

Publicado por la editorial Lleonard Muntaner, en 2022, el ejemplar relata, en forma de diario, tal y como fue escrito en aquellos días de lucha por este soldado catalán, sus vicisitudes durante la Conflagración Civil española. Entre sus destinos estuvo el frente de Guadalajara, y concretamente de Cogolludo, en el que permaneció a lo holgado del año 1937.

Pere Pahisa nació el 15 de diciembre de 1914 Sant Cugat del Vallés, Barcelona. Con 22 primaveras, lo destinaron a Mallorca para hacer el servicio marcial. Hasta entonces, Pere no había nacido de Cataluña. A los seis meses de su arribada a Palma, estalla la Conflagración Civil. «A él, le toca en el mandato franquista», recuerda su nieto Lluis Cadafalch, que ha seguido anejo a su matriz, Montserrat Pahisa, hija de Pere, la peripecia optimista del soldado en muchos viajes, varios de ellos a Cogolludo, hasta conquistar, en 2022 la publicación del ejemplar. Fueron ellos, respondiendo a la invitación del Concejo serrano, quienes presentaron el ejemplar, de una forma amena, sentida, y trayendo al presente el afecto que Pere mostró cerca de Cogolludo durante toda su vida.

Sobre el estallido de la Conflagración, Pere recordaba que «nos pusieron las armas en la mano, nos dijeron que habían cubo un shock de estado y que había que darlo todo por España». Así fue como se encontró, de repente y sin quererlo, en algunos de los escenarios más cruentos del frente.

Los primeros meses de la contienda los vive en Mallorca. En su diario Pere describe, «de una forma muy visual, casi cinematográfica, y sin entrar nunca en valoraciones, políticas ni morales, simplemente contándolo», explica Lluis, el olor del fuego y de la asesinato en las playas luego del Desembarco de Mallorca, una operación bélica fallida que acaeció entre los meses de agosto y septiembre de 1936 con la que las fuerzas republicanas trataron de reconquistar la isla.

Una vez acabaron los combates en Mallorca, a Pere y a todo su regimiento, los destinaron a la península, y concretamente al frente de Guadalajara, en Cogolludo. Tardaron más de una semana en incorporarse. No pudieron hacerlo directamente, puesto que Este era zona republicana. Viajaron en barco hasta Sevilla, y subieron a Salamanca, en transportes militares. Y desde allí viajaron a Valladolid, Soria, Arcos de Distancia, Sigüenza, Jadraque, Espinosa y, por fin, Cogolludo. Muchos de estos trayectos, los hicieron andando.

Pere permaneció en el frente de Cogolludo durante buena parte del año 1937. La amabilidad de la gentío, y el trato recibido calaron hondo en el catalán, que recordaba especialmente a la señora Ignacia. «Daba de manducar a los soldados y era muy amable con ellos. Mi viejo la recordaba con una cotorra en el hombro, que llevaba a todas partes. Tenía una cochera donde les dejaba economizar la utensilio, como él decía cuando quería referirse a las ametralladoras y munición», cuenta Lluis.

Pere era imaginativo e inquieto. Así, los ratos de ocio entre una y otra influencia, los pasaba dibujando sobre una caja de munición o escribiendo. Pasó frío, calor y penuria, todo ello en gran medida, en las trincheras del pueblo. Su nieto recuerda asimismo que, cuando no había combates, «hablaban con el enemigo». Otras veces los hacían subirse a los tejados y disparar contra los aviones. Con franqueza, Pere reconoce en sus relatos que era tarea aséptico: «Aquello no servía de mínimo; volaban tan suspensión, que ninguna bala les alcanzaba».

Terminada su estancia en Cogolludo, lo destinan de nuevo al frente, pero esta vez en Extremadura. En la entrada de Conquista de la Sierra, provincia de Cáceres, resulta herido de compromiso por una ráfaga de metralleta. Sobre aquel suceso, Pere relata que había gastado impactar la antecedente filípica del enemigo a sólo un medida de él. Inmediatamente pensó que de la ulterior no se iban a librar. Y así fue. Los balazos alcanzaron a los seis soldados de su batallón. Y todos cayeron. Nunca supo la suerte que corrieron los otros. Pere tuvo fortuna. Una bala le atravesó el auxilio izquierdo, dejándoselo inútil. Pero salvó la vida.

Retirado del frente, lo trasladan en ambulancia de un hospital a otro, hasta que regresa a Mallorca, donde se recupera y acaba la Conflagración. Tres meses luego, vuelve a Sant Cugat. «Al ver su pueblo, de reverso a casa, se le cae el alma a los pies. La destrucción, la dejadez y la suciedad lo envolvían todo», recuerda su nieto.

No tardó mucho el bueno de Pere en rehacer su vida. Como mutilado de lucha, tuvo preferencia a la hora de encontrar un empleo. El director del matadero del mercado de Sant Cugat se acababa de arrinconar, y le ofrecieron el puesto. Compagino esta obra con la de director del Mercado Municipal, donde trabajó hasta su compensación, durante más de 40 primaveras, siendo persona muy querida y apreciada en la entrada por su imparcialidad y honradez.

«Mucha gentío nos ha pregunta si tenía intención de cambiar de mandato. Mi viejo era apolítico. Vivía y dejaba habitar. Algunos amigos suyos sí lo hicieron. Él decidió quedarse por la amistad que le unía a sus compañeros Quiso habitar su misma suerte», dice Lluis.

El buen remembranza que le había dejado su estancia en Cogolludo le hizo retornar, en el año 1971 esta vez acompañado por su esposa, Montserrat Serraboguñá, con la que se casó en el año 1944. «Los recibieron maravillosamente. Los invitaron a bollos y bebida. Encontró a gentío veterano que recordaba lo sucedido durante la Conflagración. Ya había escrito el diario. Lo enseñó en un bar del pueblo, y juntos, Pere y los cogolludenses, empezaron a memorar los soldados que habían combatido allí, y a compartir lo que cada uno sabía de su suerte, y recordaron las peripecias que vivieron en los refugios y los sótanos en los que burlaban la asesinato durante los bombardeos…», cuenta Lluis.

Pere y su comunidad volverían muchas más veces a Cogolludo, para despabilarse detalles, ya con la idea de imprimir el diario. La última presencia del soldado catalán en Cogolludo fue en 2008, con 94 primaveras. «Le tenía tanto cariño al pueblo, que, contada por mi viejo, su experiencia en la Conflagración no parece un mal remembranza», sigue Lluis. Nunca nadie supo darle razón de la señora Ignacia. La recordaban, sí, pero poco más. Monse Pahisa averiguó luego que falleció en julio de 1938.

El ejemplar ha tardado mucho en ver la luz. «Quisimos que se publicara antaño de que muriera el viejo, pero no pudo ser», lamenta Lluis. Falleció en octubre de 2013, con 99 primaveras, tan firme y derecho como siempre, leyendo, dibujando y escribiendo, prácticamente hasta el fin de sus días. Durante estos primaveras, toda la comunidad Cadafalch-Pahisa se ha implicado en el esquema, desde Elga (bisnieta de Pere), que digitalizó la primera transcripción del texto escrito a mano, hasta Pep y Monica Cadafalch, todos ellos movidos por la ilusión de verlo finalmente publicado.

A raíz de que una editorial mallorquina publicara otro diario sobre la experiencia en el frente de un cura castrense, Cándido Fernández, perteneciente al batallón de Pere, y con una historia paralela, la comunidad Pahisa se animó a intentarlo con más esfuerzo. «El texto de mi viejo está contado de una forma muy plana, muy sencilla. Sin meterse con mínimo ni con nadie. Narra los hechos. Es un relato coloquial, sin florituras», explica Lluis.

La lección de entreambos relatos muestra la diferencia de clases entre un oficial y la tropa. «El cura escribe a su comunidad para que no le enviaran más comida, porque tenía de todo y no sabía donde meterla. En cambio, mi viejo cuenta que había días en los que sólo comían dos huevos fritos».

Como en todas las anteriores experiencias de la comunidad Pahisa en Cogolludo, el entrada del pueblo fue extraordinario. «Agradecemos mucho la invitación de la oficina de turismo para memorar la historia de mi viejo y presentar el ejemplar», termina Lluis. Al final de la presentación se inició un coloquio en el que se volvía a dialogar de aquellos días de 1937, que metieron para siempre a un pueblo de Guadalajara en el corazón de un catalán de San Cugat.

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *