“Ocurrió hace merienda abriles, en un mes de abril, ya era diácono y mi abuela, oriunda de Sandín (Monterrei), se iba con su hijo al País Vasco para sobrevenir una temporada, con la intención de regresar para mi orden”, explica el sacerdote de Castrelo do Val. No llegaron a Bilbao porque la furgoneta en la que viajaban dio varias vueltas de campana, en las proximidades de Benavente. Fallecieron el conductor, que conocía perfectamente el itinerario que tantas veces había realizado, y la pasajera, la abuela de David. “Nunca puedes ir confiado -recomienda Acordado Rodríguez- cuando te subes a un transporte porque, aunque conozcas muy correctamente la carretera, no siempre estás igual como conductor”.
Este postrero recuerda el “shock tan resistente” que sufrieron todos: él como nieto, los dos hijos de José, su viuda … “Salieron de la casa del pueblo y al día próximo estábamos en el funeral”, recuerda.
Todavía están muy presentes cada vez que se producen reuniones familiares. En su caso, reconoce, la fe le ayuda mucho, sobre todo cuando el tiempo va solapando el dolor.