La Peña de Ribadavia



A principios de 1922 se inauguró en Ribadavia una sociedad de recreo, que con el nombre de La Peña se instaló en la calle Progreso, en el edificio propiedad de Jesús Sánchez, uno de los fundadores y su presidente en varias legislaturas. Pronto entabló una furtiva rivalidad en los eventos sociales con el veterano Club Artístico, comenzando con un espléndido almuerzo servido en la boda de Rosita Alonso e Hipólito Hermida, una serie de banquetes que marcaron el calendario: la cena de Las Candelas, el cocido de Carnaval, el Comida de Semana Santa y las exitosas Cenas Americanas que culminaron con baile en el Entroido y en las fiestas del Portal. Los domingos por la mañana era frecuente la llamada sesión de vermut, amenizada por la orquesta Carrera y contaba con un numeroso público.

El propietario del local, Jesús Sánchez García, licenciado en Derecho, se destacó por su faceta de empresario cinematográfico cuando instaló junto al castillo en 1912 el Salón Teatro, el primer cine de la capital del Ribeiro.. Hasta entonces, el director de fotografía nos visitaba desde 1901 en las carpas móviles instaladas en el Campo de la Feria (actual Alameda) durante las fiestas de San Pedro y patrones de El Portal.

El cine Don Jesús, equipado con la última tecnología, sufrió como el resto del barrio la falta de electricidad y cuando esto ocurrió en plena proyección, el público, acompañado de unas rítmicas patadas, exigió a gritos: “Don Jesús, ven a la luz”. , Señor Jesús, ven a la luz (bis)”.Versado en la historia local, fue guía de Pardo Bazán cuando visitó el pueblo. Luego del recorrido, acudieron a la tertulia en la farmacia del célebre don Castor, boticario, ex alcalde. y el ferviente carlista, que al finalizar el encuentro presidido en la ocasión por el ilustre escritor, obsequió a la condesa una botella de licor de café, producto de la casa.

La Peña, que siempre mostró cierto elitismo local, contaba con una sala de juegos, la cafetería con la prensa diaria y el espacioso salón noble, donde se celebraban bailes, homenajes, conferencias y los conocidos banquetes nupciales, incluido palco. A diferencia del Club, que contaba con una larga vida nocturna, su actividad cesaba a las 23 horas, siendo Joaquín Vázquez, su histórico conserje, el encargado de cerrarlo.

La generación de este cronista recuerda los bailes infantiles en los carnavales de los años cincuenta, donde todo transcurría con normalidad hasta que sonó La raspa y el entusiasta público infantil bailó al ritmo de la melodía. Fue entonces cuando el personal del bar Evencio, ubicado en el fondo de la sociedad, subió alarmado y aceleró, al ver que el suelo del local se balanceaba peligrosamente. Aquella interrupción brusca puso fin a la fiesta y con la bolsa de chuches que nos regalaron nos íbamos a casa. Hay que recordar que el Club de entonces, con suelo de madera y además sin plancha, sufrió idénticas sacudidas al inicio de la frenética canción. Aquella generación de bailarines frustrados de los lejanos años cincuenta, nunca consumió la raspa en los casinos locales.

La foto de Abreu, cortesía del Museo Etnológico, nos muestra la casa de Don Jesús en su formato original, dos décadas antes de que La Peña se instalara allí. A mediados de los años cincuenta del siglo pasado adquirió su apogeo actual, desatando polémica al esconder las nuevas viviendas en la iglesia de La Oliveira, una de las parroquias históricas.

La Peña no llegó a sus bodas de oro. En 1970 la precaria situación económica fue la causa que obligó a disolver la junta directiva, creándose una comisión gestora encargada de llevar a cabo el cierre, compuesta por su presidente Antonio Padrón, junto con los socios de número Javier de Burgos, Raimundo Pérez, Salustiano Corral y Valentín Lorenzo.

El 3 de noviembre de ese año, García Casasnovas, corresponsal de torrevieja news today en la localidad, escribió en estas páginas: Lamentamos mucho tener que dar a conocer esta noticia de la pérdida de una Sociedad. (…) Sólo queda el recuerdo de las muy gratificantes horas que muchos ribadavienses pasaron en la veterana y distinguida sociedad, que ahora, precisamente ahora, ve venir el final de su vida.

Antes de finales de 1970 se instaló en sus instalaciones el joven grupo cultural Abrente. Entre las diversas actividades culturales realizadas a lo largo del año, había ido tomando forma la idea de un espectáculo de teatro gallego, junto con un concurso de obras escritas en nuestra lengua. El proyecto se hizo realidad el día de las Letras Gallegas de 1973. Desde entonces, y durante 8 ediciones de espectáculos y concursos, el bello recinto de La Peña, donde cuestiones de peso impedían bailar La Raspa, se convirtió en el vizoso berce de nuestro teatro.

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