Nos recibe en su casa y pronto nos fogosidad la atención un enorme ramo de rosas, una fotografía suya enmarcada y una polímero de telegrama. “Todo esto me lo regalaron por el cumpleaños. Bueno, y me trajeron hasta mariachis, son tremendos”, explica entre risas y todavía levemente emocionada.
“Todos nos reímos y me dieron cientos de besos”
Pronto talego unos zapatos de tacón del armario para enseñárnoslos. “Mira, con estos fue con los que bailé ayer todo el día, no paré y los hombres todos querían salir conmigo a la pista”. Y no es para menos, lleva cuatro décadas practicando la danza, ahora al menos tres días a la semana, y eso es, posiblemente, lo que le aporta más energía.
Su comunidad empieza ya a marcharse, pero han pasado un fin de semana en Ourense para festejar la data. Llegaron desde Francia, Alicante, Murcia y de otros puntos de Galicia. El objetivo quedó cumplido: “Lo pasé como nunca, todos nos reímos y no paraban de darme besos, me dieron cientos de besos”.
El secreto de su perdurabilidad
Sorprende la fuerza de Esperanza que, a sus 107 abriles, tiene claro el secreto de la perdurabilidad: “Yo creo que es el zapateo, que me mantiene activa. Encima de las risas que me echo con los chistes que contamos las amigas cuando quedamos para corretear la partida”. Pero no solo es eso. Una dieta variada, aunque sin privarse de cero, y un vicio confesable: el consumición café.
Todos los días se toma un chupito de esta bebida que, cercano con la actividad, el buen humor y las ganas de ir a más, han convertido a Esperanza en un ejemplo de vida.