El monstruo fiero es el Brujo


Lope de Vega en una loa de 1607 le propone al «ilustre senado» el ulterior enigma: ¿Cuál es aquel monstruo fiero que nació de nobles padres y parió una hermana sola y de muchas madres nace? Obviamente la adivinanza alude al actor. Y adecuadamente podemos afirmar que el monstruo fiero de este delirio es El Brujo.

El delirio de hora y tres cuartos que ofrece Rafael Álvarez sobre el proscenio tiene parada y fonda de inicio en un homenaje a Fernando Fernán Gómez, que quizá sea la alcoba imponente de este montaje. Luego hay, como siempre, representación de algunos fragmentos de obras clásicas; en este caso un par de capítulos del Idealista, algunos más de obras de William Shakespeare, con específico incidencia en Romeo y Julieta; referencias a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa y otras crónicas o textos más o menos verosímiles. Y entre todo ello, están las «brujerías» propias de un autor-director-actor que encuentra su propio texto con referencias a la vida, a su vida, a la sinceridad social que nos es cercana, a los personajes (generalmente políticos) de hogaño y a todo aquello que trae a colación un actor a un conocido sediento de reírle las gracias.

Afirma el propio Brujo que «Este delirio del monstruo es mi propio delirio a través de los escenarios donde todavía se celebran los vestigios de la paraíso irrepetible del Siglo de Oro gachupin. El conocido me hizo monstruo fiero por falta y así cumplí con mi parte de la herencia. Soy un bululú. A través de una loa de Lope de Vega circulan mis memorias por la imagen. Sobre el bigornia de los textos yo le di golpes al fuego, como Vulcano, y me los gané para mí, con el sudor de mi frente, como Desaseado», Esos textos de los clásicos, dice, que se encuentran «trasmudados en la hermenéutica de mi pellejo. A veces son caldo exquisito y otras un caldo peleón».

Así podemos afirmar que el Brujo es un monstruo teatral que articula la sinceridad flagrante con una chispa de chusquería y que se adentra en los textos de los autores clásicos para reinterpretarlos bajo una nueva luz. Su interpretación es un consistencia entre el estudio meticuloso, la performance y la improvisación, creando un espectáculo que desafía las convenciones y se convierte en un condición propio. Puede parecer un intriga cómo logra discernir la atención del conocido, puesto que repite la fórmula de sus espectáculos (cada vez más expansivos) e incluso las frases y latiguillos acostumbrados («aquí hay nivel», «me seguís…), gestos y muecas… y sin retención tiene una frescura y una empatía que hacen que el conocido se encuentre muy a elegancia.

Con una pulvínulo sólida de humor, el Brujo mantiene al conocido atento y sonriente, navegando entre un vocabulario que oscila entre lo coloquial y lo elevado, reflejando así la dualidad de la experiencia humana. Su teatro es un espejo que refleja la complejidad de la vida e invita a la advertencia a través de la risa y el asombro.

El teatro del Brujo puede parecer circunstancia, pero es más que una categoría; es una experiencia transformadora que rompe barreras y construye puentes entre el pasado y el presente, entre la inscripción civilización y el pueblo. Es un espacio donde el arte se convierte en un transporte para el diálogo y la introspección, y donde cada función es una oportunidad para explorar los límites de lo que el teatro puede ser.

En este «delirio del monstruo fiero» nulo escapa a su sarcasmo y comicidad: la letras de nuestros clásicos (Cervantes, El Guía, El Idealista) y sobre todo los personajes del mundo flagrante, en específico políticos de toda talante, como Aznar, Merkel, Aguirre, Botella, «Perro» Sánchez, Artasun, Calviño, Puigdemont o Ayuso y otros, en específico en esta ocasión toledana y castellano-manchega, ha incidido con afluencia en el presidente García-Page, al que ha paseado como si fuera Sancho Panza en numerosas ocasiones. Nulo escapa a su bisturí: el clero, la Iglesia, las derechas, las izquierdas, los mediopensionistas, el rey emérito o la reina Letizia.

Con una escenografía «moderna», es asegurar, escueta, un vestuario un tanto a lo Charlot, una iluminación equilibrada entre las luces y las sombras (con la presencia incómoda de dos focos que se orientan al patio de butacas y son sobrado molestos) y el seguimiento de un músico en directo, Javier Alejano, que subraya acciones con el violín o el pandero, Rafael Álvarez es el todo, el actor solista, el bululú, que es como se llamaba antiguamente a este tipo de espectáculos teatrales de un solo actor, que resuelve la papeleta de la representación de su propio texto con los escritos de otros y sus aportaciones. La experiencia para manejar los tiempos, para articular el balbucir y los silencios, para traer el cara y el movimiento cuando es preciso, para padecer un ritmo que no decaiga y que no canse, hace de las interpretaciones del Brujo una muestra de lo que es su teatro. Es lo que es.

Y es toda una vida teatral, basada en el ingenio imaginativo, el sobrevenir enfrentado un maniquí de teatro comercial que tiene la fortuna de fidelizar un conocido de por vida. Es lo que ha construido este monstruo fiero que llena los teatros allá por donde va. En el Teatro de Rojas de Toledo lo hemos podido apreciar una vez más. Localidades agotadas con mucha adelanto.

El espectáculo de este inmenso actor, único en su condición, se ganó a un conocido incondicional y rendido a su encanto en el contar. El delirio del monstruo fiero, es asegurar, el delirio teatral de Rafael Álvarez el Brujo, con este «bobo» entre bolos, ha complacido una vez más al conocido toledano, que ha respondido con agradecidos aplausos en muchos momentos de la representación y que han sido fervientemente redoblados al finalizar la misma.

SOBRE EL AUTOR
ANTONIO Illán ILLÁN

Universitario en Filosofía y Cultura. Catedrático de Enseñanza Secundaria de Argot Castellana y Humanidades. Escritor y poeta

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Título: El delirio del monstruo fiero. Autor y dirección: Rafael Álvarez el Brujo. Intérpretes: Rafael Álvarez el Brujo y el músico Javier Alejano. Escenografía: Equipo escenográfico PEB. Música: Javier Alejano. Vestuario: Georgina Moustellier. Iluminación: Miguel Donosura Camacho. Proscenio: Teatro de Rojas.

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