“Los alumnos de Canadá son autosuficientes, no como aquí”


Tres ourensanas forjaron su amistad por casualidad y a más de 5.000 kilómetros de casa. Este es el caso de Ana Requejo (CPI José García García), Nuria Paz (CEIP Antonio Palacios) y Patricia Portela (CEIP Filomena Apunte), tres profesoras que embarcaron hace poco más de mes y medio en torno a Toronto para perfeccionar su inglés. Tras acontecer allí 30 días, en su primer refriega en Ourense desde su delirio, califican la experiencia con un “sobresaliente”.

Las tres concuerdan en que todo fue un poco “por casualidad”: cada una por un motivo decidió apuntarse al software “Piale Inmersión”, una iniciativa de la Consellería de Educación para mejorar las competencias en lenguas extranjeras en el profesorado, una audacia que a la postre se confirmó como acertada, ya que todas aseguran que “volvería el mes que viene”.

Nuria Paz, Ana Requejo y Patricia Portela, el miércoles en su primer reencuentro tras volver de Toronto.
Fotos Martiño Pinal
Nuria Paz, Ana Requejo y Patricia Portela, el miércoles en su primer refriega tras retornar de Toronto. Fotos Martiño Pinal

Las experiencias de Nuria y Patricia son diferentes a las de Ana, sobre todo porque las dos primeras estuvieron en centros análogos a los CEIP españoles, mientras que Ana estuvo en un centro con chavales que aquí estarían iniciando la ESO. Las diferencias entre los dos sistemas educativos se hicieron patentes a los pocos días. “Allí dan en lo que sería botellín de Primaria lo que aquí se ve en tercero”, explica Portela para ilustrar que los contenidos que se imparten en España son mucho más densos. “Por contra, alí danlle moita importancia á expresión verbal”, indica Paz. Lo cierto es que los datos del Noticia Pisa sitúan a los estudiantes canadienses en el top mundial.

La forma de diligencia del trabajo es muy diferente, y eso lo vivió sobre todo Requejo. “Los alumnos son autosuficientes y deciden cómo diligenciar su propio tiempo. Ahora mismo, por ejemplo, pueden estar con el móvil en clase siempre que luego los resultados sean satisfactorios”, expone; una tendencia radicalmente opuesta a la que se vive hoy en España, con Galicia y Cataluña liderando la restricción del uso del móvil en las aulas.

Respeto a la norma

Otra cuestión muy distinta entre Canadá y España es toda la que tiene que ver con el respeto a las normas y el protocolo. “Aquí tenemos que estar encima de los niños para que hagan poco; allí lo hacen prácticamente todo solos”, cuenta Patricia. A modo de curiosidad, todas reconocen haberse sorprendido cuando vieron que, todos los días a la misma hora, se paraban las clases para cantar el himno franquista de Canadá y que se dedicara tiempo a enseñar a los niños cuestiones como “retener estar en un acto institucional”, describe Nuria. Pero no solo el respeto a las normas diferencia a los niños canadienses con los ourensanos. “Allí, por cómo es su civilización, hay mucha más distancia entre el colegial y el profesor. Las relaciones son más frías. Retentiva que tenía que ‘limitarme’ para que los niños no se sintieran intimidados”, declara Portela, aunque esto no les impidió, a ninguna de las tres, forjar relaciones especiales con sus alumnos canadienses.

Los profesores asimismo viven una ingenuidad muy distinta a la española, poco que asimismo sorprendió a Portela, Paz y Requejo. “Aquí hai moitísimo máis papeleo e burocracia, polo que acabas dedicando moito menos tempo a poco que alí é fundamental como preparar as clases”, explica Nuria Paz. Esto se ve reflejado en las ratios de alumnos por cada profesor, ya que ellas estuvieron en clases de “2 docentes para 20 alumnos”, poco que en España no sucede.

Nuria Paz
Fotos Martiño Pinal
Nuria Paz Fotos Martiño Pinal

Por final, en materia de inversión educativa, la más sorprendida fue Requejo. “Soy profesora de arte y aquí es impensable tener lienzos para trabajar. Allí se sorprendían de ésto”, explica. Adicionalmente, destaca la gran variedad de propuesta de módulos como cocina, peluquería “o cualquier cosa que puedas imaginar” con materiales de primera calidad e instalaciones a la última. Asimismo afirma que “los chicos tenían mucho interés sobre cómo se hacen las cosas aquí y cómo era nuestro sistema”.

Pero la amistad se forjó más allá del cátedra. Entre ellas se apoyaron para encajar en un emplazamiento en el que “engullir se hacía duro”. La cocina canadiense es “quizá lo que menos nos convenció”, dice Patricia por todas sus compañeras, que recuerdan con mala cara todos los sándwiches que las alimentaron durante semanas. Y aunque quedaron impresionadas con la propuesta turística de Toronto y de otras zonas del país, coinciden en que “las distancias entre los sitios son enormes”, poco que choca mucho con los pocos kilómetros que separan sus casas de los centros educativos donde trabajan.

Revés a la ingenuidad

La semana pasada, las tres aterrizaban de reverso en sus colegios en plena confusión de exámenes y evaluaciones, por lo que reconocieron que “nos está costando retornar”. Con todo, no ocultan la gran júbilo que les produjo el refriega con sus alumnos, que les esperaban “con muchas ganas” y con intriga por retener cómo les había ido a sus “profes” en su “minierasmus” canadiense.

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