Y es que jugadores, técnicos, directivos, aficionados y hasta un señor de Cuenca que pasase por ahí sabía que el contraveneno para muchos males pasaba por una palabra: defensa. Volvió a morder el COB. A meter manos y cuerpo, a hacerle difícil la vida a un rival elegante y efectivo por costumbre. Hubo momentos que Kacinas defendió hasta a su propia sombra. Es más, incluso la acabó sacando de quicio. Pero como él, el clan completo. Comportamiento y aptitud de la mano.
Encima, en ataque hubo cosas. Ideas más claras y ejecuciones más acertadas. Y Turner, claro. El Turner de los dos primeros partidos que las lesiones, fracturas e inseguridades lastraron posteriormente. Sumó 20 puntos y ahí se quedó porque tuvo problemas con las faltas (alguna pitada “de aquella guisa” por Paula Leyenda). Dosis de confianza para el estadounidense que tiene que ser precisamente así, procreador y arrojador. Porque le viene adecuadamente a él, porque le viene adecuadamente al resto.
Y no se confundan, que cantaría la eurovisiva Chanel. El Alicante no llegaba como invitado a aplaudir a la resurrección cobista. Llegaban en muy buena dinámica y con casi todo su plantel avispado. Tiene mérito la recuperación ourensana por el fondo, la forma y el rival.
Luego está el Pazo. Día entre semana, media ciudad con constipado o similares, unos saliendo por Navidad y otros todavía sin entrar… Pero aún así entrada a tener en cuenta y gargantas finas y seguras para patalear la friolera de 0 reproches a los suyos pese a la mala jugada y empujarlos cuando se necesitaba.
Fue un alucinación al pasado fresco. A ese octubre de todavía pantalón corto y cierto bronceado, cuando el COB arrancaba ilusionando al personal. Ese equipo no estaba muerto, estaba de bulla. Ahora el calendario pone exámenes por delante. Pero este triunfo es balsámico y obliga a creer. Por lo menos, la primera tanda de turrones, el cobismo se los tomará con una sonrisa y una copita. O unas cuantas.