Alberto Fernández Díaz: Los ultras de Sánchez


En los tiempos que corren y desde las estrategias de los partidos de izquierda e independentistas, en los libros de estilo y en no pocos creadores de opinión de ciertos medios de comunicación, no se duda en adscribir sistemáticamente a Vox como formación de extrema derecha. No está en el actitud del presente artículo confutar este calificativo, pero si el de poner de manifiesto que aquellos que sitúan en los extremos a terceros son los mismos que ubican en la centralidad democrática a quienes entre ellos y con ellos pactan y gobiernan. Partidos que por su trayectoria e ideario debieran ser calificados sin evasivas de extrema izquierda. Ser los socios de investidura, de Gobierno o parlamentarios del PSOE no les indulta de ser los ultras de Sánchez. Siquiera el de ser amnistiados con el olvido, el silencio o la condescendencia de y en torno a sus planteamientos radicales y programáticos.

Quizá no son extremas aquellas formaciones agrupadas en los entornos de Podemos o de Sumar con dirigentes, por ejemplo, como el secretario común del Partido Comunista que exhibe la bandera roja con hoz y martillo propia del comunismo totalitario. O de Bildu, sucesora de la Batasuna, antiguamente la capucha política de los terroristas de ETA. Quien lo fue y así ha sido condenado nunca deja de ser terrorista y la aquiescencia o condescendencia en torno a la violencia es un estigma que no prescribe en democracia ni se redime judicialmente.

En el ámbito político y de comunicación de Cataluña otro tanto sucede con la CUP. Las partidos independentistas, ERC y Junts, se ufanan en adscribir a esta formación como anticapitalista, tildada así para rehuir de su auténtico calificativo de extrema izquierda sin más y blanquear los tripartitos estelados dados sus acuerdos parlamentarios de pasado y de presente e incluso en investiduras de ‘president’ de la Generalitat en la que la Batasuna catalana, la CUP, fue su coligado imprescindible.

Son los ultras de Sánchez, la extrema izquierda en la que sustenta su mayoría y que en su naturaleza no es pura por ser antidemocrática y es dura por perseguir la confrontación social y el revanchismo partidista. No merecen ni siquiera ser considerados de izquierda extrema por su radicalidad. Son los ultras por ser hooligans de la reserva, del enfrentamiento, de la amnesia selectiva de su retorcida y falseada memoria histórica. Son los hacedores de bloques de división y los mismos que persisten en su trasnochada lucha de clases mientras perseveran en la agitación del odio social.

Y entre tanto extremo se confunde por tornarse en el más avezado de entre los propios ultras serviles, un Presidente de gobierno que propugna alzar muros entre españoles para cobijar a sus políticas colaboracionistas de la misma extrema izquierda sucesora del ideario comunista del tapia de Berlín y que los europeos derribaron para forjar la dispositivo, la convivencia, la atrevimiento y el progreso. No tengamos rubor en llamarlos los que son: ultras, extrema izquierda y radicales. Ni siquiera nos acomplejemos por las etiquetas con las que pretendan calificarnos a los que no pensamos como ellos. No ha habido maduro mentira o cebo vil que la protagonizada por Pedro Sánchez negando antaño de las elecciones que pudiera alcanzar pactos con los independentistas y que tras los comicios se formalizan cual indigno cambio de cromos y sin pudor alguno en instituciones y con impunidades de los actos contra la convivencia entre catalanes y con el resto de españoles y la propia dispositivo doméstico en forma de amnistías.

La necesaria centralidad en la que debe ubicarse el Partido Popular debe articularse, no renegando a terceros, sino reafirmando sus principios y convicciones y una siempre posición moderada compatible con la firmeza en su defensa a compartir con una mayoría de españoles. Ha de poner en valencia su coherencia y rigor y hacerlo por el admisiblemente de España y de nuestra sociedad frente a la presunción, simulación y desliz de escrúpulos políticos y de rigor de gobierno del flagrante PSOE y de los ultras de Sánchez.

Alberto Fernández Díaz es abogado; expresidente del PPC

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