«Ha movido hilos desde el cielo»


Han tenido que acontecer más de 4 horas, la prórroga más larga de la historia, para que el tintineo del Abultado se escuchase en la tele de casa, en la radiodifusión del coche… y, en el engalanado salón del Teatro Efectivo. Desde allí ha desencajado un festival de ochos, y de ceros, con más suspense que nunca y que ha repartido una tromba de millones a lo desprendido de media España. Ahora proporcionadamente, lo hinchado del Abultado se lo ha llevado la sucursal de la avenida de Monforte de Lemos, 119, frente al longevo centro comercial de La Vaguada, con 50 series del número más codiciado del Sorteo de Navidad: el 88008.

A las puertas de la sucursal 205 de Madrid se arremolina a esta hora medio centenar de personas, entre curiosos, periodistas y trabajadores. De los ganadores, por ahora, ni indicio.

La lotera, de nombre Rocío Arias, ha entregado 200 millones de euros, con un conmemoración muy exclusivo en su persona: en septiembre del año pasado su marido falleció, y a ella, no le quedó más remedio que tomar las riendas en solitario de un negocio que fundaron sus suegros. Su alegría no podía estar más que justificado. El 88008, un número feo que mucha muchedumbre no quería (ayer mismo, se vendieron los 22 últimos décimos), «ha caído en un morería operario».

Rocío echa la panorámica al techo de Madrid: «Mi marido, que murió en septiembre por un tumor cerebral, ha movido hilos en el Gloria». La lotera, que estaba muy tranquila y pensaba que no iba a ser ella, ha escuchado el número del Abultado y ya sí, se ha empezado a poner nerviosa. Superiora de cuatro hijos, y ama de casa durante toda su vida, sufrió en septiembre el revés más doloroso del mundo. «Me acuerdo muchísimo de él, cada día», reconoce, emocionada.

Poco tiempo más tarde, aparece Rodrigo, el primer triunfador que se acerca a la sucursal de Monforte de Lemos. «Lo compré yo para compartir, me han llamado ellos para decirme que nos había tocado».

A sus 56 abriles, Alejandrina es la segunda ganadora que aparece por la otra encintado de La Vaguada. «Compré el número al azar», cuenta, sin conocer aún si ha jugado uno o más décimos. «Lo necesitaba mucho», añade, presa aún de los histerismo. Entre una maraña de cámaras y micrófonos, la mujer escapa como puede no sin ayer desear felices fiestas a todos.

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