«No es un palacio, pero viven bien»


Un animal de peluche de Mickey Mouse se asoma por el estrecho espacio creado por una puerta entreabierta. A su lado, un pato con sombrero amarillo y un oso azul están parados como si estuvieran dando la bienvenida a un bebé a lo que debería ser un hogar; y debajo de ellos, una alfombra tipo rompecabezas de colores decora un suelo grisáceo e impide que la puerta se abra por completo. Es el rincón de entretenimiento de un menor, pero en su interior no hay espacio para todo. Afuera, en una zona entre bloques, se acumulan más pertenencias: el cochecito, una moto de juguete roja que no tendrá más de 50 centímetros de altura, una bañera de plástico y un tendedero para secar la ropa al sol.

En la casa no hay lugar para guardarlo todo porque, a pesar de estar habitada, no es una casa, es una infravivienda de 12 metros cuadrados ‘construida’ en una especie de contenedor prefabricado que el propietario de un chalet tiene anexo beneficio del arrendamiento. Y no es el único. El inmueble –una casa adosada de tres plantas situada en el distrito de Usera– ha sido dividida, sin licencia ni permisos, en nueve viviendas infraviviendas que alquila por una media de 500 euros; todos ellos, de similar superficie y compuestos únicamente por una cocina, un baño y una cama. “No es un palacio, pero aquí se vive bien”, dice un hombre encargado de controlar las condiciones de la vivienda.

El edificio –con una superficie total de 170 metros cuadrados, según consta en el catastro– se compone de tres plantas, cada una con una vivienda: semisótano, planta baja y primera, de 47 metros cuadrados, 62 y 61, respectivamente. Son los datos oficiales, pero de eso no queda nada. Cada una de estas alturas se ha compartimentado para construir tres viviendas más: nueve espacios individuales en total para sacar la jungla del alquilery, según la investigación en curso, sin declarar la actividad a Hacienda.

Era el 17 de agosto cuando algunos de los inquilinos dijeron basta y llamaron a la Policía Municipal. El detonante del desacuerdo con sus hasta entonces propietarios –ciudadanos de nacionalidad china– fueron motivos económicos. Llevaban un mes en una de las infraviviendas y querían irse porque no podían contratar internet ni ningún otro servicio, algo que sólo puede hacer el dueño del inmueble. Seguidamente pidieron a los propietarios que devolvieran el dinero pagado, 1.660 euros, y ante la negativa requirieron la presencia policial.

Hasta esta vivienda adosada, en la calle Salvador Martínez, se desplazó una patrulla de la Policía Municipal de la Unidad Integral del Distrito de Usera. Los denunciantes y hasta ese momento inquilinos eran una pareja de nacionalidad colombiana que vivía en uno de los pisos con su hijo menor y que explicaron a los agentes que la mujer encargada de cobrar los alquileres -siempre disponible- sólo accedió a devolver 600 euros. , una cifra insuficiente para ellos, que exigían la garantía total.

Pero los policías sospecharon y registraron la propiedad. La casa, que según el registro oficial debería ser unifamiliar, había sido dividida en habitaciones numeradas “y acondicionada como vivienda individual infravivienda”. Llamaron a todas las puertas para comprobar la identidad de los residentes y comprobaron que, en ese momento, al menos seis de las habitaciones estaban ocupadas y en su interior vivían menores de edad, según fuentes policiales consultadas por torrevieja news today.

mensualidad

En el interior también se encontraba una mujer, de nacionalidad china, y presuntamente encargada de cobrar las cuotas mensuales. Ella no sería la propietaria del negocio creado, ya que los inquilinos tienen un contrato a nombre de un ciudadano chino que representa a una empresa, continúan las mismas fuentes.

«Además de la compartimentación interior del edificio, para tener más espacio y hacer dos viviendas infravivientes más, han tomado parte de la vía pública, sin tener licencia para ello”, explican. Allí es donde han instalado la zona de prefabricados. Asimismo, sin los permisos correspondientes, se han cerrado las que deberían ser las dos terrazas de la planta superior para habilitar las cocinas.

La división

El edificio tiene una superficie de 170 m2 y se compone de tres plantas, cada una con una vivienda de 47, 62 y 61 m2, según consta en catastro. En la actualidad, sin avisar, cada planta se ha dividido en tres plantas de unos 12 m2 con cocina, dormitorio y baño.

los propietarios

Los inquilinos tienen un contrato de alquiler a nombre de un ciudadano chino que representa a una empresa, pero nunca lo han visto. Para cobrar, cada mes pasa una señora de la misma nacionalidad que pide que le entreguen en mano el importe de las mensualidades.

Perfil del inquilino

Las casas son alquiladas por personas de perfiles diversos, pero siempre marcados por la necesidad. En uno vive una pareja de colombianos con su hijo; dos mujeres españolas con hijos menores; una familia compuesta por abuela, madre e hija; y dos niñas.

posibles crímenes

Se enfrentan a una sanción por evasión fiscal al supuestamente no declarar la actividad a Hacienda; además de ocupación de vía pública, reformas de alcantarillado y actuaciones contra la ley de protección de datos por la instalación de cámaras en zonas comunes

El resto de los (pocos) metros cuadrados que quedan disponibles, sin casi espacio para moverse, lo ocupan una cama y un baño, separados por una puerta de fuelle. “Las viviendas de la planta superior, las más pequeñas al no tener terraza ni vía pública, tienen un baño común fuera del apartamento”, afirman las mismas fuentes, que ya han informado a Urbanismo y a los técnicos de la junta municipal. distrito para que puedan continuar con las investigaciones y evaluar, incluso, si los espacios están cerrados.

Otras casas, para ejemplificar las condiciones infrahumanas, no tienen una salida de humos que cumpla la normativa: está enganchada a la ventana y, en el momento en que se abre, la salida de humos abatible ya no está. conectado a la tubería de la encimera y, por tanto, queda deshabilitado, creando un grave problema de seguridad. A esto se suma, según la investigación abierta, que habrían ejecutado obras ilegales para poder conectar los drenajes con la red pública de alcantarillado.

Parte trasera del edificio, con viviendas en zona interbloques.

TANIA SIEIRA

Respecto a la actividad económica, ha sido informado el Departamento de Inspección Financiera y Tributaria de Hacienda, ya que los agentes consideran que se puede estar cometiendo una actividad delictiva por parte de la empresa que figura como arrendadora: «No consta que la actividad económica del alquiler ha sido declarado”. Los responsables se estarían embolsando una media de 4.500 euros mensuales por mantener habitadas viviendas infraviviendas, que oscilan entre los 480 y los 520 euros.

El administrador

Encontrar el edificio a primera vista no es tarea fácil, como si estuviera en el lugar perfecto para pasar desapercibido, entre calles que no tienen placa con su nombre y aceras que no son más que pequeños pasillos rodeados de edificios de unas seis alturas y unos hileras de viviendas unifamiliares.

Precisamente estos son los que asoman a este interbloque reconvertido en patio trasero en el que ganar espacio para instalar dos viviendas infraviviendas más. En la zona delantera se encuentra la entrada principal del chalet, abierta pero vigilada. Una cámara instalada en lo alto del rellano monitoriza todos los movimientos: quién entra, quién sale y, sobre todo, qué extraño se acerca.

Los propietarios habrían ejecutado obras ilegales para conectar los desagües de los departamentos con la red de alcantarillado

No pasan más de dos minutos cuando un colombiano, que dice ser el administrador, aparece para impedirle hablar con los vecinos. “Los chinos me pagan”, dice sin rodeos. “Reina, desearía que la gente fuera tan buena les agradaban y ofrecían buenos precios para vivir, porque aquí se vive bien. No es un palacio, pero se vive bien”, subraya, sin ningún tipo de empatía por la necesidad que ha llevado a los vecinos a decir ‘sí’ a la oferta: “Si no fuera así, se irían”.

En su interior, monitoreados con cámaras de seguridad, hay nueve familias (al menos dos de ellas con menores; otra con una persona mayor, y varias con mascotas) que la vulnerabilidad y las condiciones del mercado les obligan a vivir en un edificio que esconde subviviendas de 12 metros cuadrados.

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