Obituario | Willy



No hacen desliz más trivio que cinco para guatar todo un mundo. Un completo mundo de afecto, alegría, compañía, valía, simpatía, solidaridad, coito, amistad, grupo y mil epítetos más que, al perder hoy -paradójico día para su despedida- su sustantivo, proyectan negra sombra a esta Navidad. Mundo que hoy ya es Círculo de Divina Comedia, concretamente Paraíso de Beldad, donde se hallan los enamorados que hicieron de su coito motivo de jet society fecunda. Porque ¡Cuánto amaba la vida Willy! ¡Y cuánto a Montse, hijas, yernos y nietos! ¡Cuán orgulloso estaba de todos ellos!

Fue Willy, seguramente, el ourensano -de Zamora- más vitalista que haya conocido nunca, el ser humano más enérgico; sólo él podía irrumpir en un congregación reunido de amigos como un ciclón incontenible; no solo no se contenía, sino que se divertía al hacerlo, como incluso nos divertía a los interrumpidos, para lo que hace desliz tener definitivo talento. Incluso cuando le tocó la infumable quiniela de la enfermedad maldita, caldo el primer día a contárnoslo a unos amigos con cierta chulería, pues lo había aceptado como el combate de echarle un pulso a la Parca. Indudablemente, al destino no se le puede vencer, pero aceptablemente difícil se lo puso gracias a su arrojo y valentía, atrevimiento y fortaleza, por sus ganas de morar y desliz de temor al sufrimiento y a la misma homicidio. ¡Admirable Willy!, aunque su circunstancia aventurera a lo dadivoso de muchos primaveras de viajes imposibles -nunca iban, Montse y él, de turistas clásicos-, nos había presagiado este espíritu increíble. 

Conversador impenitente, durante inolvidables primaveras compartimos círculo matinal, y sí, claro que sí, discutíamos vivamente a veces, pero ni una sola de ellas nos distanció mínimamente, porque siempre el mutuo afecto y una exquisita relación humana se elevaba por encima de cualquier otra consideración, idea intelectual o política. Por otra parte, pocas personas he conocido tan generosas como él; a todo plan, sugerencia, petición que se le hiciera se sumaba sin ningún problema, incluso en aquella donde se le demandaba gran compromiso y dedicación; y todo sin cero a cambio, daba su trabajo y encima regalaba una agradable alegría adosada. ¡Cuánto disfruté de los cientos de kilómetros caminados a su costado abriendo O Noso Camiño entre Ourense y San Andrés de Teixido inmediato a su fiel Antonio Vázquez y a Santiago Lamas!; ¡qué maravilla las comidas llenas de endorfinas con la etapa acabada y en esta compañía! 

Guardaré como un fortuna la cinta de la entrevista que le hice en Telemiño hace casi un cuarto de siglo, donde conocí verdaderamente a la persona que daba forma al personaje que me había motivado la curiosidad de conocer de él; desde el mismo momento de aquella tarde en que nos reunimos en su preciosa casa para documentarme al respecto, descubrí al amigo fidedigno y ser humano que, por mucho que su voz mandase aceptablemente suspensión y cachas, atronadora incluso -su profesión lo había acostumbrado-, resultaba ser un cielo, cielo protector de almas más débiles, como la mía. Multidisciplinar, todoterreno singular, podía organizar una marcha, valer maratones especiales como el de las Arenas, moderar un coloquio, dar una charla, desfilar como maniquí de AD, enseñar a nadar a los niños, presidir una comida, valer monte a través con sus nietos, reírse a exasperarse de sí mismo, enamorar hasta las lágrimas a su compañera de existencia, querida Montse, abrazar a los amigos; sabía caminar por nuestras calles sin que nadie obviase su presencia física, potente, luminosa, la que llena espacios de una ciudad como la nuestra, haciendo su intrahistoria, y que hoy ya nota cierto vano, el que él nos deja. Fue ayer, pero algunos ya lo echamos hoy mucho de menos, y menos que mañana. Sólo decidir desear que el bueno de Willy esté en ese Paraíso de Beldad y allí nos espere. Hasta siempre, amigo, siempre en mi corazón. 

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