el origen de la fiesta y de los tomates que se lanzan


La tomatina vuelve a teñir de rojo las principales calles de Buñol como cada último miércoles de agosto. Entre las 12 y las 13 horas, el centro de la localidad valenciana acoge la batalla de los tomates con participantes llegados de muchas partes del mundo que deben cumplir una regla fundamental: aplastarlos en la mano antes de tirarlos para que el golpe sea menos contundente.

El acceso a esta Fiesta de Interés Turístico Internacional, con aforo para alrededor de 20.000 personas, se realiza con entrada para garantizar la seguridad. Antes del carcasa que da inicio a la Tomatina, a las once de la mañana, se celebra el llamado ‘Palo Jabón’, un juego en el que los más atrevidos tienen que trepar a un palo enjabonado para coger el jamón que cuelga de arriba.

Una pregunta recurrente es ¿dónde están los 120.000 kilos de tomates que se liberan Su origen es el mismo desde hace dos décadas: la empresa Citromed en el municipio castellonense de La Llosa es la encargada de cargar los seis camiones con la ‘munición’.

Imagen de uno de los camiones cargados de tomates para La Tomatina en La Llosa (Castellón)

efe

“Tienen que estar lo suficientemente maduros para que suelten su jugo y no hagan daño”, explicó Idoya Mecho, responsable de Citromed, en declaraciones a Europa Press. Alguno cinco meses antes Después de esta fecha, la empresa tiene que planificar la siembra de todos los tomates que se utilizarán y reservar las semillas para poder cultivarlas.

El producto final se traslada en cajas al almacén, aproximadamente un mes antes de la celebración, y allí se guarda en cámaras donde se ajustan las temperaturas para que los tomates alcancen una madurez “ideal” y puedan ser utilizados en esta festividad.

Una tradición desde 1945

La historia de La Tomatina comienza el último miércoles de agosto del año 1945, cuando unos jóvenes se congregaron en la Plaza del Pueblo de Buñol para presenciar el desfile de gigantes y cabezudos. Los chicos decidieron hacerse un hueco en el desfile, aunque su impulso provocó la caída de un participante. Éste, prisionero de la ira, empezó a golpear todo a su paso.

Por capricho del destino, hubo un puesto de verduras que fue utilizado por la multitud enojada para descargar adrenalina: los presentes comenzaron a lanzarse tomates entre sí hasta que las fuerzas del orden público pusieron fin a tan particular batalla.

Al año siguiente, los jóvenes repitieron el altercado voluntariamente, incluso trayendo tomates a casa. Lejos de aceptar este hecho como algo habitual, la policía prohibió su repetición para evitar que se convirtiera en una tradición.

La tomatina fue prohibido a principios de los años 50, decisión que no disuadió a sus participantes, a pesar de que algunos de ellos fueron detenidos. Pero el pueblo habló y el partido volvió a ser autorizado; sumando cada año más participantes y volviéndose cada vez más frenético. Finalmente se permitió la Tomatina y se institucionalizó como fiesta local, alcanzando con el tiempo gran popularidad dentro y fuera de nuestras fronteras.

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