Galicia y Portugal, unidas por las pinturas rupestres del paleolítico


El arte es una ventana al pasado, y, de vez en cuando, un nuevo hallazgo cambia la concepción que se tiene de la historia. Es lo que supuso el descubrimiento de un corpus estético global en las manifestaciones gráficas del paleolítico tanto en Galicia como en el Finalidad de Portugal, gracias a una investigación de un equipo de la Universidad de Santiago de Compostela que ha cambiado para siempre la visión que se tenía del noroeste peninsular de hace más de 9.000. Con este estudio, se demuestra que los pueblos de cazadores-recolectores que habitaban estas zonas en el paleolítico tenían un trabazón cultural que, con toda seguridad, provino de algún tipo de relación entre ellos.

El estudio de las pinturas rupestres de la Cova de Eirós, en Triacastela (Lugo) y de las halladas en el Valle del Côa, en el ideal de Portugal, refleja una serie de paralelismos estilísticos que podrían suponer la existencia de nexos culturales entre los dos pueblos. Así lo constatan dos publicaciones que vieron la luz recientemente: ‘El fin del estilo paleolítico: un caso de estudio en el Noroeste peninsular’, publicado en la revista Munibe; y el capítulo ‘The Palaeolithic Rock Art of Northern Portugal and Galicia’, de la obra colectiva ‘The prehistoric Rock Art of Portugal’.

Tal y como explica Tania Mosquera Castro, del Comunidad de Estudos para a Prehistoria do Noroeste–Arqueoloxía, Antigüidade e País, que estuvo a la vanguardia de la publicación de la revista Munibe, para esta investigación se estudiaron 28 representaciones zoomórficas de animales como ciervos, uros, caballos y cabras. Los estudio radiocarbónicos de las figuras del emplazamiento de Triacastela constataron que son, como insignificante, de los momentos finales del paleólitico, esto es: tienen al menos entre 9.000 y 8.600 primaveras, siendo lo mayor que se puede concretar correcto a la documentada presencia de contaminación de la época medieval sobre las pinturas por un fuego que se sabe que se prendió en la Cova de Eirós, por lo que podrían ser de una época inicial. Encima, indica la investigadora que por debajo se encontró un gravado, lo que quiere aseverar que es «aún más antiguo»

En colchoneta a estas figuras, analizaron cuestiones como la técnica con la que están hechas —si fueron gravadas o pintadas—, el tipo de soporte o asimismo la morfología de los animales. A partir de los resultados, «conseguimos simplificar una serie de paralelismos», explica Mosquera, como la forma en la que se «realizaron los cuerpos» y las diferentes partes de las figuras, como las patas o los cuernos, que son «utensilios en global característicos de este período». Con todo, puntualiza que asimismo «hay diferencias», que son tan reveladoras como las similitudes e implican que las representaciones gráficas que hacían los pueblos de cazadores-recolectores de la Cova de Eirós y del Valle del Côa tienen «una colchoneta global» que, con el tiempo, evolucionó de distintas formas.

Relacción indirecta

Esto demuestra la existencia de algún tipo de trabazón cultural entre los habitantes de ambas regiones. Explica la investigadora que las relaciones en los pueblos del paleolítico «se pueden observar, por ejemplo, a partir de las materias primas». Si un congregación tiene una útil hecha de un material que no se encuentra en el distrito que ellos habitan, «puede indicar que tuvieron relación con otros grupos».

Extrapolado a las técnicas gráficas y al estilismo del arte rupestre, se puede concluir que las poblaciones de Galicia y del ideal de Portugal tenían algún tipo de vínculo: «Posiblemente no había contactos directos entre la Cova de Eirós y el Valle del Côa, pero si redes de contacto entre diferentes grupos» que habría propiciado esta transmisión de su esfera artística y simbólica, indica Mosquera.

Desaparición de investigación

El estudio de estas evidencias gráficas es imprescindible para conocer más sobre los pueblos que habitaron estos emplazamientos, pero este descubrimiento asimismo revela la importancia arqueológica de la Comunidad en el estudio de estas representaciones del paleolítico. Tal y como reflejan los investigadores en el artículo, el noroeste peninsular fue, durante mucho primaveras, una zona insignificante respecto a la distribución del arte de esta época correcto a la marcha de investigación. Esta situación cambió con el descubrimiento de los primeros grabados del Valle del Côa, que acabaría siendo el conjunto rupestre al ambiente redimido más alto del continente; y en Galicia, no fue hasta 2011 cuando se descubrió el que continúa siendo hasta la momento el único circunscripción en la Comunidad que alberga arte rupestre: la Cova de Eirós o ‘el santuario paleolítico gallego’. Con todo, «durante muchos primaveras no hubo una investigación centrada en el arte parietal de Galicia», y este depósito quedó relegado a un segundo plano.

Pero al acaecer demostrado la existencia de un corpus estético global, que asimismo se encuentra en otras zonas como la meseta o el noroeste peninsular, «se rompe la concepción de Cova Eirós como un sitio insignificante» y se demuestra que este espacio «estuvo integrado en la actividad gráfica del conjunto peninsular», abriendo paso a nuevas líneas de investigación en este sentido.

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