los testigos apuntan al tren de vida del comisario Salamanca


Turno para los testigos en el discernimiento que se sigue en la Audiencia Franquista contra el comisario que fue patriarca de Fronteras en el Aeropuerto de Barajas, Carlos Salamanca, y el patrón -denunciante primigenio del caso Villarejo- Francisco Menéndez. Con la incriminación de cohecho sobre la mesa, un puñado de declarantes han agudo al tren de vida que llevaba el policía: relojes de riqueza, coches de inscripción viso, fiestas flamencas, y metálico en efectivo. Asuntos Internos ve claro que tenía fuentes de financiación ajenas a su salario oficial.

Si este lunes Menéndez se dijo «paganini», «pagafantas» y «contribución lechera» de Salamanca por cuenta de favores en el aeropuerto a sus clientes-jerarcas del petróleo ecuatoguineano, mientras el comisario se revolvía y le acusaba de montarse un «mundo de capricho», en esta sesión algunos de los mencionados matizaban o arrojaban luz sobre el relato auténtico, como la parte que afectaba a los Canasteros, un congregación flamenco que amenizaba fiestas privadas en las que los dos participaron.

«Parece que estemos en un tablao flamenco, todos ahí vestidos de indignado». Se arrancaba así, nerviosa, la cantaora Marta Heredia frente al tribunal que preside la magistrada Ángela Murillo. Con el máster de un disco en una mano y recogida sobre el bolsa la otra, la informante ha referido que conoció a Salamanca en la terminal 4 de Barajas por intermediación de un zaguero del Atleti al que conocía. Necesitaban un confianza: tenía el pasaporte caducado y la necesidad de un visado para desplazarse a Japón o China, tanto daba. Él se lo arregló.

«Allí nos pidió el teléfono porque le gusta mucho el flamenco y al tiempo nos llamó para hacer una fiesta privada en un restaurante. Allí fuimos Tito yo, a veces iba un percusión, y allí cantamos como fiesta privada. Hubo unas cuantas. Nos pagaba Carlos (Salamanca). A veces 300, a veces 200 euros», relató. Incluso cantaron en su casa, en un cumpleaños. «Allí fuimos sin humor de ganancia. Como se portaban acertadamente con nosotros…»

Tito es Tito Losada, informante acordado antiguamente que ella y con relato coincidente, aunque la horquilla de pagos en mano en efectivo en esas fiestas privadas en el restaurante Casa Piluca, en casa del comisario y en el aeropuerto por la conmemoración de los Ángeles Custodios, oscilaba hasta los 400 euros y a veces, los ponía Menéndez. El lunes, este aseguró que prestó al cantaor 60.000 euros para que grabase un disco por prescripción de Salamanca y no los recuperó.

Era el disco que enseñaba Heredia al tribunal -y que ninguna compañía quiso editar- aunque coincidía con su compañero en que el coste fue mucho pequeño: «15, 16, 17.000 euros», señalaron los dos en sus respectivos turnos. No recuerdan si era préstamo. Sí que ellos, que firmaron «un papel». Losada entendió que era una «donación». De si Salamanca tuvo poco que ver, ni idea. Pero lo que relatan es un aspaviento voluntario del patrón.

El efectivo, en las notas de Menéndez

Los testigos, instados por Anticorrupción, lo eran para apuntalar que Salamanca manejaba cantidades que no se compadecían con sus ingresos ni con sus gastos oficiales. En este sentido, el patriarca de Congregación de la Mecanismo de Asuntos Internos que lleva el caso Villarejo, G. F., ha asegurado que «se ve con mucha claridad» en las cuentas que Salamanca tenía una «fuente de financiación de efectivo ajena a sus ingresos declarados». La sitúa en Menéndez porque, conforme ha claro, existía «una relación de intereses recíprocos económicos» entre los dos: favores en el aeropuerto como «contraprestación a regalos, dádivas y entregas» de metálico.

Pero de esas entregas la única prueba es el relato de Menéndez, que llevaba anotaciones ‘rústicas’ y «no sistemáticas» de los gastos de Salamanca que luego él, siempre de acuerdo a su interpretación, repercutía a sus «jefes» de Guinea Ecuatorial. De ahí que el comisario insista en que ha rematado en el banquillo «por meras manifestaciones».

La Fiscalía Anticorrupción no está de acuerdo con él, como siquiera la mecanismo investigadora, porque efectivo, manejaba, y no del retirado de sus cuentas. En el registro de su casa, cuando en noviembre de 2017 estalló la operación, se encontraron más de 1.700 euros -con dos billetes de 500- en una cartera de piel y otros cinco billetes de doscientos euros en el faltriquera de una chaqueta zarco marino, interiormente de un armario.

Más de 200.000 euros en regalos de boda

Está por otra parte el asunto de la boda de su hijo, que forma parte del relato de la incriminación. Menéndez -y Salamanca no lo negó- refirió que había regalado 25.000 euros en efectivo. El comisario reconoció que se los hizo calar a poquitos, por medio de un abogado, en «sobres» que le entregaba en su despacho en la Comisaría Común de Extranjería y Fronteras.

Su hijo, el beneficiario directo, testificaba este martes que esa fue la cantidad y así fueron las entregas. Que no hubo ningún otro invitado que regalase esa cuantía -«sí 10.000 o 15.000 euros, de eso me acuerdo»-, y que el efectivo que recibió en total de los invitados «serían unos 60.000 o 70.000 euros». Por transferencia, poco más: 140 o 155.000 euros. Su padre el lunes habló de 180.000. No se acordaba acertadamente el hijo de Salamanca, como siquiera supo sostener cuánto valía el Hublot que le regaló Menéndez. Lo acabó vendiendo, eso sí, por 6.000 euros.

Los relojes de riqueza todavía tienen su sitio en este procedimiento, sobre todo el Rolex de oro que fue hallado en casa de Salamanca, esfera verde, de «unos treinta y pico mil euros», que diría Menéndez, y que aceptó como regalo de amigos. El comisario viene centrando la cuestión en que eran «compadres», tratando de alejar la sospecha sobre una negocio de favores, pero el patrón insiste en que era un «quid pro quo», «él me cuida y yo le cuido». Ahí está la dilema. Sólo que Menéndez afronta seis meses de mazmorra y Salamanca, diez abriles. El hijo del policía, incidió en la frescura: «Paco era como mi tío».

El Porsche del amigo Fernando

Y sobre los coches de riqueza, dos modelos de Porsche puestos en cuestión, todavía se ha hablado en la sesión de este martes aunque de forma colateral. El primero pertenecía a la empresa del contratista que presentó un día de 2011 a Salamanca y a Menéndez, aunque el seguro estaba a nombre del primero. La viuda de ese patrón es la administradora de la empresa y ha asegurado que tuvo que preguntar al contable qué coche era. No tenía «ni idea». El propio contable ha comparecido sin aportar mucho más: que era del fallecido y que tenía constancia de que lo había vendido. Le sonaba que a Salamanca.

«Sabía que estaba a mi nombre -ha dicho el hijo del comisario al respecto-. Me comentó que el Cayenne era nuestro, de la comunidad, y que estaba a nombre de su amigo Fernando por por motivos de seguridad y que en 2012 se iba a cambiar de nombre y que como mi padre no tenia carencia a su nombre por su pasado en terrorismo, como se ha dicho reiteradamente en esta Sala, pues que se iba a poner a mi nombre», ha claro.

La cuestión es que el patriarca de congregación de Asuntos Internos había dejado ya una frase sobrevolando en la Sala. El fiscal le preguntó si por su experiencia, era frecuente que los policías de Información utilizasen vehículos a nombre de terceros aún siendo los tomadores del seguro, por razones de seguridad.

«Yo sólo he conocido el caso del señor Salamanca y el de Enrique García Castaño, que eran vehículos comprados por el comisario Villarejo».

Las sesiones se reanudan este miércoles.

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