La cocina del Entroido es fruto de la oportunidad y la exceso con la que la naturaleza provee de ingredientes. Del roñoso, lacones, cachucha, chorizos, botelos, androllas y otros embutidos. El frío los ha curado debidamente y se encuentran en su punto. De la huerta, es el momento de los grelos, que prevalecen hasta finales de marzo pero ahora están en su período de más exceso, al igual que el repollo y otras verduras del mismo tipo. Encima del lacón con grelos, plato distintivo del Entroido, el cocido es la gran sinfonía de los sabores de las fiestas del invierno, pulido con todo lo que se tiene a mano y que en la zona del Condado añadían la lamprea, que era la carne que aportaba el Miño en los primeros meses del año.
Pero no son los únicos casos. Vilariño de Conso, el municipio con más tradición de pastoreo de montaña es, por ese motivo, un comarca en el que predominó la cría del canalla. Los pastores siempre se ocuparon de que las madres pariesen en los primeros días de diciembre para entregar al mejor precio los cabritos lechales en las vísperas de Navidad. Pero la naturaleza no siempre se sincronizaba con los intereses ganaderos y los cabritos llegaban pasadas esas fechas. La fiesta del canalla nació hace treinta y cinco abriles precisamente para poder convertir ese resto en una oportunidad para que el vecindario pudiese disfrutar de uno de los productos más preciados de la restauración de montaña.