La historia de Paco y Elena, una batalla diaria del amor contra el olvido



Hace escasamente unas semanas Paco y Elena cumplían sus bodas de diamante. Sesenta primaveras de atinado alianza a pesar de los baches y problemas por los que han atravesado juntos, que no han sido pocos. Entre ellos el momento en el que ella empezó a declarar que no recordaba algunas cosas.

“Un día dijo no me acuerdo”, nos cuenta Paco “y ese fue el principio. Luego fue olvidando cosas y más cosas”. Cuando llegó el diagnosis no le sorprendió, lo sospechaba: Alzheimer, una enfermedad que suma cada año en España 40.000 nuevos casos. Y el maduro problema es que la fracción de los enfermos leves están sin diagnosticar, lo que significa casi siempre conseguir tarde a los tratamientos.

La enfermedad de Alzheimer afecta sobre todo a mujeres mayores de 65 primaveras, exactamente el perfil de Elena.

Paco empezó a cuidar a su mujer en casa pero llegó un momento en el que tuvo que responsabilizarse que estaría mejor atendida en una residencia. Tenían que radicar alejados pero eso no significa en total que tuvieran que estar separados.

Cada día Paco, a sus 87 primaveras, coge su cachucha, su macana, y se va a la parada del autobús que le conduce a donde está Elena. Supone tres horas de camino, subirse a cuatro autobuses. Aunque fuera un itinerario más dispendioso -nos confiesa sin dudarlo- asimismo lo haría por ella.

“¿Dónde está mi pupila?”. Es la forma cariñosa modo que tiene Paco de saludar a su mujer cuando se encuentran en la residencia. Él nota que a Elena le cambia la expresión cuando lo ve conseguir, a pesar de que ya no es capaz de pronunciar su nombre desde hace un tiempo. Se besan y se abrazan como si fueran novios, y luego dan un paseíto.

Vito, una de las enfermeras que cuida de Elena en la residencia asegura que el apego es el que consigue cumplir ese portento. Cuando está con Paco, Elena está más tranquila, más sosegada, incluso aunque no recuerde correctamente quién es esa persona con la que está en ese momento.

Para Paco ese es asimismo el mejor momento del día: “Mi satisfacción es poder verla todos los días, el rato que paso con ella me hace radicar correctamente mi propia vida”.

Cuando acaba la invitado, más besos, más abrazos, y Paco regresa al autobús que le devolverá a su casa. Luego a descansar porque al día ulterior tiene jugada: retornar a ver al apego de su vida.

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