Condenan a un alumno de un instituto de Sevilla por hackear la nube de su profesora para obtener los exámenes



El Judicatura de Menores número 1 de Sevilla ha condenado a un pupilo de un instituto de Gines a pagarle a su profesora la cantidad de 1.000 euros en concepto de daño pudoroso por ceder a su cuenta de Google Drive para conseguir los exámenes. Durante dos meses, el bisoño estuvo hackeando la cuenta de la educadora, según recoge la sentencia. La víctima guardaba en la cirro no sólo distintos modelos de exámenes, todavía información de carácter personal.

La profesora se percató del hackeo tras aceptar una notificación en su móvil. Tras tomar conciencia de que cualquiera estaba entrando sin su consentimiento en su cuenta, interpone una denuncia delante la Policía Civil que emprende diligencias por un delito de descubrimiento y revelación de secretos.

Gracias a que la profesora tenía activada los sistemas de seguridad y demostración que autoriza como respaldo aprender si cualquiera está ingresando en una cuenta aparente, los investigadores descubren la dirección IP lo que permitió aprender desde qué terminal se estaba accediendo de forma fraudulenta a la cirro.

Las sospechas recaían sobre un pupilo, ya que el dispositivo era el mismo que en fechas anteriores la profesora pilló guardándose al último para copiar durante un examen. Finalmente, la Policía Civil candela a ese número de teléfono y es el último, que se encuentra en el instituto, el que rebate a esa indicación.

Sacaba notas brillantes

El objetivo del pupilo era conseguir los exámenes para sacar las mejores notas. “Durante dos meses, este bisoño tenía paso al contenido de los exámenes y sus notas empezaron a ser brillantes“, explica a torrevieja news today Telediario Fran Peláez, abogado de Penaltech, que ha defendido a la profesora.

Por estos hechos y tras un acuerdo entre las dos partes, el mediador le impone una indemnización de 1.000 euros y el cumplimiento de 55 días de trabajos en beneficio de la comunidad. “Es en lo que más interesada estaba mi cliente, que el castigo fuera educativo“, concluye Peláez.

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