de vivir en la calle a montar 6 restaurantes de éxito



Orlando Gavidi llegó a España en abril de 2016. Su personalidad aflora al punto que media hora posteriormente de conocerle. Es un tipo achicopalado, impetuoso y soñador. Tras un temperamento tierno oculta dotes desaforadas para el sacrificio. Puede que algunas de sus virtudes nacieran del sufrimiento y la condición. Mientras los medios europeos se fijan en Venezuela, su país, sólo cuando toca alzar certificado oficial de la última de Nicolás Adulto ahora o de Hugo Chávez primaveras ha, en Caracas mata el crimen o el escasez antiguamente que la represión política.

La irrupción de Javier Milei en Argentina ha familiarizado a las sociedades desarrolladas –agobiadas por inflaciones promedio de un solo dígito (tras una lapso sin incrementos)– con las cifras dramáticas de algunas economías americanas. Este año, el súper se ha encarecido en Buenos Aires un 140%. En las urbes venezolanas, desde el exclusión mediático, firman prácticamente 20 primaveras de incrementos mínimos del 30% anual en los precios de los productos básicos. Una mostrador de pan vale ya un 1.500% más que cuando cayó la democracia. Los salarios no aguantaron el ritmo ni un trimestre.

La coerción que infringe esta ingenuidad metió a Orlando en un avión. Tenía 19 primaveras. Madrid le recibió haciendo pedazos sus planes. Pretendía alojarse, mientras armaba su vida en España, con una amiga de su hermana. En pocos días, se topó de bruces con las calles capitalinas. Su anfitriona le echó “porque necesitaba espacio para penetrar a su propia comunidad”. “Pero le estoy muy agradecido”, cuenta. Deambuló sin techo durante semanas hasta que una ONG le hospedó. Hoy es el dueño de una aclamada red de restaurantes con cinco locales en propiedad y un incipiente maniquí de franquicia.

El alucinación personal de Orlando desde las calles madrileñas hasta el éxito empresarial es una peculiaridad. No ha inventado mínimo y su sector está saturado de competencia. Emprendió desde Barcelona y supo que había apretado las teclas correctas cuando un día cayó en que “tenía una letanía de aplazamiento” persistente “de 15 días para poder reservar mesa”. Sus errores y aciertos podrían arruinar en una escuela de negocios, pero, de momento, sirven de colchoneta para el software ‘De refugiados a emprendedores‘ por el que migrantes ayudan a los recién llegados a España a no arruinarse mientras dejan a espaldas sus respectivos traumas.

Refugiados ucranianos en España

El impacto de la invasión rusa de Ucrania en los flujos migratorios aún no está contabilizado oficialmente. El posterior año de paz en aquel país (2021) al punto que estimuló a 5.089 ucranianos a creer por España, según el Instituto Doméstico de Estadística. Si se aceptan las proyecciones más recientes de las ONG, esa emblema anecdótica se ha multiplicado decenas de veces en los últimos meses. El posterior nota publicado por una fuente oficial sale de la Moncloa. En verano de 2022, con al punto que seis meses de erradicación, informó de que había concedido protección temporal a 124.000 refugiados. Unos 8.000, como Artem Polezhaka, confirmaron su intención de trabajar en España.

“Si me preguntas qué haré mañana, te puedo contestar”. “Si me preguntas dónde estaré en unos meses, puede que igualmente lo tenga claro”. “Pero –continúa— si debo explicarte qué haré el año que viene, probablemente, no sabré qué decirte”. La invasión rusa ha fotograbado en Artem una aire que deambula entre el pragmatismo y la resignación. “Hace dos primaveras ni me imaginaba que estaría en España huyendo de una erradicación”. Antiguamente de que Vladimir Putin quebrara su vida, compaginaba la producción de equipamientos para museos de ciencia con su compañía de máquinas de vending. Ahora quiere fusionar las dos actividades y crear una idea empresarial inédita en España. ¿Te imaginas comprar juegos en una expendedora que normalmente vende refrescos?

Artem tiene localizados una veintena de emplazamientos. Está dispuesto a diseñar máquinas específicas para cada uno de esos lugares, atendiendo a las particularidades del emplazamiento y de las demandas de los clientes potenciales. A la vez que resuelve este duelo logístico y de ingeniería, necesita comprender mejor a la sociedad española y despabilarse socios. Pero, “para mí lo más importante es sentarme con multitud que haya tenido que asomar desde cero en España y exceder barreras similares a los obstáculos que veo ahora”. Y es que los migrantes que intentan salir delante primero y crear riqueza en España posteriormente tienen una letanía de dificultades a exceder más abultada que la de los emprendedores locales.

Más obstáculos

Van desde las estafas al racismo: “Para ser agente de viajes, tienes que memorizar hasta de cosmografía”, contestó la propietaria de una agencia de viajes de Atocha a Ildemaro Solís, de 41 primaveras, cuando él planteó una suerte de alianza. Ildemaro cursaba un máster en migraciones mientras encajaba el desdén. “No sabría concretar ese momento y no le contesté mínimo“, rememora primaveras posteriormente, con cierta pachorra, a lomos de su exitosa empresa. “Mi caso es muy particular”, aclara. “Arrostrar a mi comunidad, mi esposa y dos niños, fuera del continente [desde Colombia] en plena pandemia me obligó a tenerlo todo admisiblemente planificado”.

El longevo trance por vencer, sin menospreciar lo precursor, tiene que ver, coinciden varias fuentes, con la planificación y la trámite del peligro. Este apuro no entiende de orígenes, aunque sí es más dañino para los migrantes si se enfoca mal. “Cuando llegamos a España no solemos tener ningún plan”, corrobora Susana Carrillo, de 30 primaveras. Ella ha alto con éxito su despacho de edificación desde cero y ahora es grupo en ‘De refugiados a emprendedores’. “[Los migrantes] tenemos demasiadas ganas de hacer cosas, demasiado ímpetu”. “Pero no sabemos que necesitamos una estructura, unos procesos… en definitiva un plan de energía para poder salir a nuestro objetivo”.

“La multitud se queja mucho, pero España es un país de oportunidades”

Experiencias como la de Susana avalarían que los problemas que se presenten tendrán así una posibilidad. “Siempre se cometerán errores, pero, con una planificación correcta, los fracasos no te destruirán“. “Ya hay suficiente peligro fuera como para que te agregues uno más” por no dar pasos de guisa estructurada. Y ahora, una confesión: “Me encantaría decirte que mi plan nació de una consejo y una planificación”, se sincera Ani Zapata, de 40 primaveras, hoy al frente de un negocio de maquillaje apoyado en la innovación aplicada a los pigmentos. “Pero surgió de la condición de tener que abonar mis facturas”.

“Mi plan surgió de la condición de tener que abonar mis facturas”.

Ani emprendió desde la cama de un hospital. Morapio a España para una intervención que acabó con la extirpación de uno de sus riñones. En plena recuperación, estalló la pandemia de coronavirus y no pudo retornar con los suyos. En esta situación casi difícil, desatinó con numerosos errores. Emocionada, decide no detallarlos para este reportaje. “Todas las cosas malas que me han pasado han servido de motivación para sacar mi plan delante”. Tras un quinquenio de camino emprendedor, relata que “la multitud se queja mucho, pero España es un país de oportunidades”.

El sueño de Orlando

Puede que Orlando, a su guisa y a los 19 primaveras, sí tuviera un plan. “El primer paso consiste en soñarlo”, enumera. “Luego hay que plasmarlo, vivirlo con pasión y estar dispuesto al sacrificio“. Siete meses posteriormente de aterrizar en Madrid y de arruinar en la calle, pudo alucinar a Barcelona. Encontró un salario en una dependencia de comida rápida. “Trabajé 14 y 15 horas al día sin refrigerio”. Así reunió el hacienda para rajar su primer restaurante. “No sé qué es una discoteca o ir de holganza y en cambio sí lo que se siente al ver a tu hija una vez al mes”.

La experiencia básico de Orlando ha guionizado su ‘MBA’. Paga 30 nóminas al mes y percibe a su plantilla como una comunidad. Ese bullicio, está convencido, lo avizoran sus clientes y él lo identifica como la esencia de cúpula de su éxito. Está cumpliendo su sueño, asevera. Pero éste no tiene que ver con una cuenta de resultados: “Mi longevo ilusión, aunque no me arrepiento de mínimo, es que nadie más tenga que sobrevenir por lo que he pasado“. “Que nadie –aclara— dependa de que le regalen un plato de comida, sino que pueda ganárselo; que pueda crecer”. “Eso, para mí, lo es todo”.

El plan ‘De refugiados a emprendedores’ es finalista en los IVLP Awards, impulsados por el Unidad de Estado de los Estados Unidos.

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