De Manuel Pérez habría que recapacitar que aún forjándose a si mismo fue tan buen trabajador como patrón dispuesto a ayudar a sus empleados, lo que se puso de manifiesto en sus honras fúnebres en las que los obreros de la empresa, algunos ya grande tiempo desvinculados, acudieron en la parroquial de San José de Pazos do Monte.
Si hemos de destacar sus muchos atributos de honradez, trabajo, imparcialidad, no menos el aspecto ordinario de quien abandonaría el trabajo para entregarse de satisfecho al cuidado de su esposa Pepita, desgraciadamente fallecida.
A sus hijos, Manolo y Pepe, continuadores de la trayectoria paterna, el reminiscencia de un padre, que como decía el segundo, con la viudez había incrementado aun más el contacto con sus hijos para inculcarles el coito al trabajo y la continuidad de una obra de quien, desde la humildad de una casa nativo, supo mejorar estableciéndose él y su hermano con un taller de carpintería de Guizamonde hasta crear una empresa de muebles de remisión en la carretera de Santiago.
De Manuel Constantino Pérez Rodríguez, ese ejemplo que en América diríamos de self made man, un hombre hecho a si mismo, del que además se desprende un hombre creyente en una fe incrementada con la crimen de una esposa; con esa tranquilidad se fue a donde el infinito creyó.