Ciudadanos que dicen si eres inocente o culpable


Este texto pertenece a ‘Dossier Triste’, un boletín inspirado en el podcast del mismo nombre, que Enrique Figueredo enviará los miércoles con periodicidad quincenal. Si quieres recibirlo, apúntate aquí.

La institución del cuerpo está ya asimilada en la dependencia de rectitud española. Ello no quiere sostener que los abogados prefieran que ciertos asuntos vayan por un tribunal profesional y otros, por uno de ciudadanos elegidos por sorteo. Interiormente del mundo procesal se oye de todo. Hay letrados que detestan las vistas en las que hay que explicarle a un tribunal no docto los matices del sistema penal y aquello de que las decisiones se han de tomar en la medida en que haya o no una duda regular acerca de la autoría de un determinado delito. En cambio, quienes están dotados de buenas capacidades de oratoria, cuando no de seducción, se inclinan por un cuerpo de desconocidos a los que convencer de la culpabilidad o la inocencia de un marcado. Los jurados son en ocasiones objeto de controversia y hasta son atacados por las partes que no han conocido satisfechos los intereses de sus clientes. Así, en la última entrega de Dossier Triste se pone de manifiesto que la burla con el resultado de un motivo puede arrostrar a la crítica, incluso descarnada, de la figura del cuerpo popular.

La ley del cuerpo fue aprobada en España en 1995. Fue una intrepidez del entonces presidente Felipe González durante final mandato, pero puede decirse que aquella iniciativa restaurativa -el país ya había contado con leyes referidas a los tribunales populares desde las Cortes de Cádiz- fue un empecinamiento de Juan Alberto Belloch, a la sazón ministro de Rectitud e Interior.

Evolución del aspecto de Rodrigo Lanza

Crecimiento del aspecto de Rodrigo Alabarda

LV

Cambio de imagen. Rodrigo Alabarda es el ejemplo de que hay quien cree verdaderamente que las apariencias engañan. Procedente del mundo antisistema, decidió cambiar radicalmente su estética alternativa cuando se enfrentó a un motivo por crimen. Su imagen normalizada pareció ayudarle en un primer momento, sin retención, la rectitud ordenó que se repitiera el motivo y acabó condenado finalmente.

Matar a un chorizo. Un retirado fue absuelto del delito de acaecer matado de un disparo a un chorizo que entró en su domicilio. En este caso, la intrepidez del cuerpo no contó con el quorum suficiente para declararlo culpable y fue la magistrada del caso la que, en aplicación del principio in dubio pro reo, decretó la absolución del marcado.

Evitar a los justos. Se dan casos en los que los acusados de un determinado delito deciden pactar su confesión de culpabilidad. Evitan el motivo con cuerpo popular y consiguen un castigo poco más benévolo. El yerno de los joyeros Tous, que mató de un disparo a un chorizo, aceptó un homicidio con imprudencia bajo y no llegó a entrar en la prisión.

La otredad. Ganar que el cuerpo, si quiera por un momento, se ponga en el extensión del marcado es una aparejo que puede ganar a ser eficaz si uno lleva la defensa de una marcado de homicidio como ocurre en la película Tiempo de matar. Hacer que los jurados deliberen, como en Doce hombres sin piedad, puede arrostrar al éxito jurídico.

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