La recuperación de las variedades autóctonas lograda en las últimas décadas sitúa a Galicia en común y a la provincia de Ourense en particular en una posición de privilegio, “no solo por los vinos de gran calidad que se elaboran con nuestras variedades autóctonas”, señala el autor de “A marabillosa historia do viño en Galicia”, sino igualmente “por la gran variedad de variedades que seguimos conservando, lo que nos sitúa en una posición de privilegio y convierte a Galicia en la gran reserva de la vinosfera europea frente a cualquier posible nueva pandemia como la que sufrió el viñedo en el continente con la aparición desde América de la filoxera”. La plaga que asoló Europa a finales del XIX no solo supuso una gran devastación que se fue extendiendo por todo el continente, igualmente supuso la sustitución de variedades autóctonas por nuevas uvas foráneas de longevo rendimiento por hectárea, en el caso de Galicia, la palomino o jerez en los blancos y la garnacha tintorera o alicante en los tintos, con las que afrontar de modo más rápida posible la trascendente mengua en la producción. El cambio de pauta en el consumo del caldo, que ha pasado de ser un alimento de primera requisito a producto de calidad, fue el que permitió recuperar las variedades ancestrales que más se identifican con la naturaleza del entorno en el que se cultivan.
Más variedades tintas que blancas, aunque con menos viñedo plantado
De las treinta y una variedades amparadas por las cinco denominaciones de origen y cinco indicaciones geográficas protegidas que hay en Galicia, veintisiete se cultivan en Ourense. Al igual que hace un siglo, sigue siendo la provincia que más ha contribuido a la preservación y recuperación de las variedades históricas. Treixadura, godello, loureira, mencía, sousón y tempranillo (araúxa en Monterrei) son comunes a las cuatro denominaciones vitivinícolas ourensanas y solo la última tiene un origen foráneo aunque con más de un siglo de raigambre, como sucede con las otras variedades llegadas de fuera de Galicia (palomino, garnacha y mencía) que igualmente están presentes en buena parte del demarcación vitivinicultor de la provincia.
A pesar de las modas que han acabado que las variedades blancas sean las dominantes en el viñedo de toda Galicia, y Ourense no es una excepción, sigue habiendo más uvas tintas que blancas y todavía se están recuperando e identificando variedades ancestrales que aparecen en fincas con cepas centenarias que sobrevivieron a la filoxera, como sucedió con la pedral en el Condado, castañal en el Rosal y varios caíños tintos en el Ribeiro que se daban por perdidos, y otras que están resurgiendo como la loureira tinta y la pan e carne.