Fórmula 1 en Madrid, gas y deuda a fondo


La pasada semana se anunció, a atabal y platillo, que Madrid será nueva sede en el circuito de la Fórmula 1, a partir de 2026. Tanto el corregidor de la ciudad, Martínez Almeida, como la presidenta de la comunidad, Díaz Ayuso, presumieron de la concesión. Uno y otro esgrimieron que esta actividad generará “450 millones de euros en beneficios” y ausencia menos que “10.000 puestos de trabajo directos”.

Delante estas cifras, cualquier ciudadano podría respaldar e incluso aplaudir la papeleo. Pero ¿son ciertas estas previsiones? 

Economistas como Juan Ramón Rallo ha planteado serias dudas en las redes sociales, aportando un interesantes estudio, detallado por tres especialistas noruegos, sobre los mercadería económicos en las sedes europeas de Fórmula 1 entre los abriles 1991 y 2017.

El noticia, tras valorar el impacto en los datos del PIB, turismo y empleo, concluyó que “el retorno social de estas inversiones es inútil o incluso agorero”. En gran parte, por “el uso ineficiente del pasta sabido”. En prontuario, la exigencia de la entidad, Fórmula 1, sobrepasa los presupuestos iniciales o anunciados y los políticos no tienen reparos -no sale de sus bolsillos- en añadir lo que haga errata para persistir el circo. A partir de aquí, la inversión termina convirtiéndose en deuda.

El ejemplo más cercano sucedió en Valencia, que terminó con 300 millones de euros de deuda y una sociedad privada -Valmor Sports- rescatada con fondos públicos por el gobierno autonómico. El acuerdo se había pactado entre 2008 y 2014, pero se tuvo que suspender en 2013.

A nuestros políticos, los de Madrid y los de Barcelona, ausencia les asusta. Aquí nos sobra el pasta.

Con o sin VAR, la vida sigue igual en el bar

El árbitro Hernández Maeso consulta una jugada durante el Real Madrid-Almería.
El árbitro Hernández Maeso consulta una barrabasada durante el Verdadero Madrid-Almería.

Uno de los argumentos más comunes en contra del uso del VAR en apoyo del árbitro era la temida errata de polémica, el fin de la “salsa” o la “esencia del fútbol”. Es tradición e imprescindible que el colegiado se equivoque, que los medios critiquen sus decisiones -o duden de su integridad- y se hable, discuta o pelee en los bares. Sin este picante, se acabó el atractivo de este deporte.

Pues no. El Árbitro Asistente de Vídeo (VAR) se aplica en nuestra Primera división desde 2018 y la vida sigue igual, como canta el exmadridista y luego fortuna mundial Julio Iglesias. La polémica pervive con todos sus tópicos, simplemente cambia la infraestructura. Se sigue dudando de la imparcialidad del árbitro, del preferencia cerca de algunos clubes, de “manos negras” que castigan a otros… Cero nuevo, todo igual. Las mismas discusiones en los bares. La esencia permanece.

Se exige a los árbitros la perfección tras la consulta de la repetición de una movimiento dudosa de importancia. Sin tener en cuenta que el fútbol no es matemáticas, e incluso algunas jugadas son difíciles de valorar, a pesar de revisarlas 20 veces a cámara lenta desde diversos ángulos. El VAR no es infalible en algunos casos, pero sí muy útil en otros que escapan al control de los jueces. 

¿Su aplicación supone un corte de ritmo y consume minutos de partido? Como tantas otros momentos. Esto abre otro melón que la FIFA tendrá que chocar tarde o temprano, el tiempo a cronómetro parado. 

Posteriormente serán los cambios que permitan el retorno a pista del relevado, la posesión, el campo a espaldas y los tiempos muertos. Crecimiento para mejorar el pernio, el espectáculo y las discusiones en los bares.

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