Voy al súper, a misa o a donde haga falta



La perdurabilidad en Galicia está fuera de toda duda, pero no es suficiente con comportarse muchos primaveras, lo importante es vivirlos plenamente. En la pequeña aldea de Trabada, en Lugo, encontramos un claro ejemplo de ello. Se fogata María Cristina Rodríguez y a sus 81 primaveras va sobre ruedas. Textualmente.

“Son casi 82, que los cumplo en un mes”, nos dice al proceder la conversación, y de ellos 50 lleva ya conduciendo su moto. “Ésta es la tercera que tengo, antaño hacía varios viajes todos los días, ahora poco menos porque el médico me dice que tengo que circular, pero 3 o 4 veces a la semana la cojo”.

“Fue mi suegro el que me apoyó para comprarla”

Haciendo un repaso rápido por su vida, en un santiamén queda claro que ha sido una luchadora. Denominador popular de una engendramiento de gallegas a las que les tocó trabajar duro para sacar a sus familias delante. “Yo me casé en el año 71 y como mi marido era fontanero compramos una furgoneta para que pudiera trabajar. Él quería que yo sacara en carnet además pero yo le decía que para qué lo iba a sacar si la furgoneta la iba a sobrellevar él”. En la habitante de esta lucense estaba la idea de hacerse con una moto, aunque a su consorte le costó un poco más verlo. “Fue mi suegro el que me apoyó y al final la compramos”.

En aquella época no era habitual ver a una mujer moverse en moto, pero sus vecinos no tardaron en acostumbrarse a cruzársela. Su valentía le sirvió incluso para que sus hijas pudieran ir al colegio. “Yo la usaba para todo. Iba a comprar, a la fuente a por agua, y cuando nació mi hija viejo que el autobús del colegio no llegaba hasta aquí, la llevaba yo”.

El padre de María Cristina falleció cuando ella tenía 13 primaveras: “Llevaba primaveras muy enfermo porque tenía diabetes y de aquella no había insulina, tenía que venir de EEUU y era muy difícil de conseguir”. Por lo que a ella no le quedó otra que ponerse a trabajar. “Mi hermana cosía y me enseñó a mi, luego hice un curso de bordado y todavía ahora sigo bordando, no me entra en casa todo lo que bordé en todos estos primaveras”.

Ni una multa y solo un susto

Sigue bordando, ocupándose de sus gallinas y sus conejos, plantando cebollas y judías, y sigue pudiendo ir “a su canción” gracias a su compañera de dos ruedas.

“Tengo hecho muchos viajes en ella, porque en esta casa no teníamos vacas y antaño incluso iba a coger un litro de calostro todos los días para el desayuno. Ahora ya la uso menos, para ir al súper o para ir a culto o al cementerio”, pero sea como sea, le permite surtir su independencia. Y todo esto pudiendo presumir de ocurrir tenido solo un susto por un depresión que no vio, y no habiendo recibido ninguna multa en estos 50 primaveras. Ahí es ausencia.

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