Me envían mensajes diciendo ‘uno menos’



Celia y su origen Paqui han transmitido declaración este miércoles en ‘Espejo Manifiesto’ de una de las páginas más negras de la historia de España en la lucha contra el narcotráfico. El hermano de la primera e hijo de la segunda, Miguel Serafín, fue uno de los dos guardias civiles asesinados el pasado viernes por los narcotraficantes frente a las costas de Barbate.

Al dolor por la pérdida se unen las burlas que, en forma de mensajes, reciben ambas mujeres. “Me llegan privados diciendo ‘uno menos’ y se ríen de mi hermano”, ha contado con el rostro desencajado y la voz rota, afónica, en presencia de la cámara. “Quiero tener delante a todos esos que se ríen de él”, ha dicho. Celia ha hablado luciendo una camiseta del Defensa Civil fallecido.

Miguel Serafín deja huérfana a una pupila de 12 abriles, sobrina de Celia, quien, según su tía, “aún no se cree lo que ha pasado”. El mismo día que recibió la notificación, la pequeña le dijo “Tata, no me sueltes porque eres lo único que me queda de mi padre”.

Salir de Barbate “a pedradas”

La mujer ha recordado adicionalmente que hace unos abriles, cuando se encontraba en Barbate haciendo foto, tuvo que salir de la población “a pedradas, corriendo y perseguida por motos. Querían partirme la cámara (…) En Barbate no todos son santos y buenos”.

La hermana de Miguel Serafín no consigue entender por qué, a día de hoy, “las narcolanchas sigue pasando por el severo como si cero”. Si los narcos cuentan con grandes embarcaciones, “¿por qué la Defensa Civil no? No se entiende”, ha denunciado, al tiempo que remarcaba que el suspensión mando que dio la orden de salir en una zodiac a por los narcos estaba, cuando tomó la osadía, en el teatro Descompostura de Cádiz.

“A tu hermano lo han matado”

Celia todavía ha recordado el shock con el que recibió la notificación del fallecimiento de su hermano. Le costó horas asimilarlo. “Me llamó mi padre y me dijo ‘¿Estás sentada?”. A posteriori fueron a visitarla compañeros de su hermano y, a continuación, recibió la llamamiento de un psicólogo del Ejército, pero ella seguía son dar crédito. “Yo lo único que hacía era preguntar dónde estaba Miguel Serafín, si estaba herido, si le había pasado poco”.

Tanto le costó entenderlo que tras un buen rato escuchando que su hermano había muerto, le llamó al teléfono: “¿Miguel, Miguel, Miguel?”. Así hasta quedarse sin voz. “Por eso estoy afónica, fue muy duro”.

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