La Plaza Longevo acogía desde primera hora de la tarde a decenas de personas que se sumergían en una batalla campal de harina. Esta sólo era interrumpida por la venida de los fuliones que, con sus bombos, aixadas y guadañas, marcaban el ritmo del final día amplio de la celebración entroideira.
Hasta el pabellón municipal llegaban los integrantes de las diferentes agrupaciones para disfrutar, de modo conjunta, de una cena elaborada a saco de enredo, chorizo, lacón, androlla o bica.
Una vez finalizado el simposia, provistos de nuevo con sus instrumentos y alguna que otra bolsa de harina, cientos de personas ponían rumbo a la Plaza Longevo al son del fulión. El temporalizador marcaba las 00,00 cuando el lardeiro y la lardeira eran pasto de las llamas. El fuego, acompañado de petardos que guardaban en su interior los mecos, pusieron el punto final al Entroido. El punto final incluso de los fuliones, que llegó con los fuegos artificiales que ocuparon el bóveda celeste vianés.
Llegó así el turno del ballet de disfraces. Decenas de oriundos se presentaban en reunión, en pareja o de modo individual para hacerse con uno de los premios económicos que otorga el Concello. La fiesta se prolongó hasta la mañana de la mano de DJ Tariro que, con su música, hizo trenzar a cientos de vecinos y visitantes en la Plaza Longevo. Los vianeses dicen adiós al Entroido pensando ya en el próximo.