Fernando Llopis: Zombis independentistas


Fernando Llopis

Es habitual que, en las películas de zombis, siempre hay uno de los personajes al que algún sabido, amigo u bienquerencia es mordido por uno de esos zombis, iniciando un terrible proceso de conversión en uno de ellos. Pues a pesar de todo el conocimiento que tiene de este proceso, dicho personaje se empeña en desmentir lo obligatorio, con lo que, ya en función del argumento de la película, acaba mordido o al menos pone en aventura al resto de protagonistas. Todo ello por seguir pensando que determinado era como era y no como es.

Me da la sensación de que el Partido Popular encarna a la perfección el papel de ese personaje que todavía cree que el PNV es el partido, aunque miserable, con el que se pueden obtener a acuerdos, que Junts sigue siendo la Convergencia de Pujol y que en el PSOE todavía queda multitud que antepone el bienestar de los españoles al suyo propio. De hecho, se cuenta que todavía existen algunos diputados que creen que Esquerra Republicana podría apoyar una hipotética moción de censura contra Sánchez.

Compartir muchos de sus postulados o pactar con estos partidos es lo que parece hacer creer al Partido Popular que se acerca al centro político. Es posible que ese esfuerzo de averiguar el centro político sea inútil, ya que ahora mismo no existe, pues el presidente Pedro Sánchez se ha dedicado a poner un pared que separa las famosas dos Españas.

Así, el presidente valenciano, Carlos Mazón, es considerado para la izquierda del pared como un pinta por pactar con Vox. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, era considerada pinta antaño cuando pactaba con Vox y ahora que no pacta con ellos, todavía. Encima, tiene que soportar parodias miserables realizadas desde la televisión de los independentistas catalanes, unos señores que ponen el queja en el firmamento cada vez que notan la mínima muestra de errata de respeto.

Por eso es extraño que una vez expulsado a una parte del pared, el Partido Popular no asuma su circunstancia y se dé cuenta de que por mucho que haga, en el otro banda nunca le van a considerar como uno de los suyos.

Pero, inasequible al desaliento, sigue con guiños y actuaciones más dirigidas al otro banda del pared que a sus votantes. No me quiero imaginar cómo se sentirán todos esos ciudadanos que han realizado cuatro o cinco viajes de más de mil kilómetros para manifestarse contra la condonación, cuando ésta parece que estuvo en la mesa de Feijoo al menos veinticuatro horas.

Pero en esas estamos y, contra todo pronóstico, hay más incertidumbre en las elecciones gallegas de lo que era previsible. Incluso es cierto que se ha demostrado que las políticas de inmersión gramática crían independentistas y luego «sorprende que los del PP se sorprendan» del auge del Sillar Nacionalista Gallego. Confío y deseo que, a nuestro conseller de Educación, José Antonio Rovira, no le tiemble el pulso con la futura ley del plurilingüismo para evitar que en unos primaveras nos encontremos como allí.

En cualquier caso, hay que hacer ver a la multitud que, en la España de los muros de Sánchez, sería terrible que los independentistas y filo terroristas se hicieran con el poder en otra comunidad.

Pase lo que pase el domingo habrá que encargar en que el PP haya aprendido de todo lo sucedido y se de cuenta que a los que les muerde un zombi, zombis son y que lo único que van a querer de ti es pegarte un mordisco. Eso implica que en vez de intentar saldar a los que no han sido mordidos, intentes apoyarte en ellos cuando sea necesario. Y por posterior y no menos importante, es imprescindible no tomar el pelo a los que te votan. Los votantes de derechas llevamos congruo peor que los de izquierdas eso de que nos tomen por tontos.


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