Sally McNeil, la ‘culturista asesina’ y el San Valentín más trágico: “Era sobrehumano”


“Acabo de dispararle a mi marido porque acaba de darme una paliza”, dijo Sally en cuanto descolgó su citación la centralita de emergencias. Tras unos segundos de confusión, el cirujano le preguntó: “¿Respira?”. Un sí, seco y sordo, rebotó al otro costado del teléfono. Minutos a posteriori, varias patrullas de la policía se personaron en el domicilio de la asesina. Era la oscuridad de San Valentín.

En medio de la estancia hallaron el cuerpo de un hombre hercúleo, harto de matanza y con dos tiros. Próximo a él, la autora de los disparos, su esposa y además culturista Sally McNeil. Según ella, la víctima la había intentado estrangular, aunque no era la primera vez. La mujer aseguraba ser víctima de violencia de carácter. Sin requisa, la panorama parecía indicar que aquello no era un homicidio en defensa propia.

De autoritario a culturista

Nacida el 30 de septiembre de 1960 en Allentown (Pensilvania), Sally Dempsey -su nombre de soltera- creció sin un padre biológico, pero sí con un padrastro que hizo de su vida un auténtico averno. Richard Dale Dempsey, alcohólico y maltratador, se casó con su religiosa cuando Sally tenía tres primaveras y, a partir de entonces, las vejaciones y palizas fueron la tónica habitual.

“Cada vez que mi hermana o yo hacíamos poco malo, nos llamaba a las dos a la habitación y le pegaba a una y hacía que la otra mirara. Regalo lo tortuoso que fue para mí tener que sentarme allí y verlo atropellar de mi hermana y memorizar que yo era la posterior. Efectivamente lo odiaba. Era textualmente como el diablo para mí”, explicó Sally en presencia de las cámaras de su propio documental titulado Killer Sally.

Sally McNeil, la 'culturista asesina'

Sally McNeil, la ‘culturista asesina’

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En su adolescencia, nuestra protagonista fue una gran deportista: hizo buceo, atletismo y exploración. Todavía trató de sacarse la carrera como profesora de Educación Física, pero a posteriori de casi cuatro primaveras en la universidad tuvo que desistir en presencia de la imposibilidad de pagarse la matrícula. Fue entonces cuando decidió alistarse en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, al igual que su hermano y su tío, alcanzando el rango de autoritario.

En aquella época, conoció a su primer marido, Anthony Lowden, con quien tuvo dos hijos Shantina y John. El coyunda no duró mucho más correcto al carácter violento de Anthony, quien la maltrataba. De hecho, el togado le otorgó a Sally la custodia completa de los niños.

Ray y Sally McNeil, el día de su boda

Ray y Sally McNeil, el día de su boda

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A finales de los primaveras ochenta, la autoritario hizo doblete ganando el Campeonato de Instrucción Física de las Fuerzas Armadas, pero a comienzos de 1990 la degradaron de rango por su mal carácter. La mujer tenía problemas de control de la ira, por otra parte de comportamientos violentos y agresivos con otros compañeros. Finalmente, los mandos superiores la apartaron del servicio.

Poco antaño de datar a este punto, Sally ya había conocido al culturista Ray McNeil. Era junio de 1987. “Parecía la estatua de David. Él era hermoso. Era educado y amable. Pensé que había enemigo a un hombre que podría ser padrastro para mis hijos”, relató la mujer.

Auge de la violencia

Tras pocos meses de relación, la pareja decidió casarse. Sin requisa, cuando todo parecía idílico, llegó el terror a esa casa. Según Sally, su marido la golpeó y estranguló tan solo tres días a posteriori de la boda. Y, desde ese momento, los abusos físicos y sexuales no cesaron. “Cuando me atacaba, me asfixiaba al instante”, aseveró.

“No debería tener permitido que llegara a eso. Debería haberle dejado al tercer día de casados. El día que me dio un puñetazo en la cara, me rompió el reborde y luego me pidió perdón y me dijo: ‘Lo siento, no lo volveré a hacer’, y yo le creí”, continuó con un relato completamente aterrador.

Sally McNeil junto a sus hijos

Sally McNeil inmediato a sus hijos

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Su propia hija, Shantina, fue informante de lo sucedido: “Nunca mejoró, sino que empeoró”. Y más aún cuando Ray decidió dejar los Marines en 1991 e iniciar su carrera como culturista. Aquí Sally hizo de todo para sacar a flote la pertenencias sencillo, incluido enriquecer los carísimos esteroides que él consumía.

Es más, estos anabolizantes agravaron la osadía en Ray, que empezó a atropellar físicamente además de sus hijastros. Era “el Dr. Jekyll y el Sr. Hyde”, afirmó Shantina. “Regalo lo tortuoso que era para mí de párvulo tener que sentarme a ver cómo maltrataba a mi hermana y memorizar que yo era el posterior”, señaló John.

Sally McNeil en una de sus luchas cuerpo a cuerpo con un cliente

Sally McNeil en una de sus luchas cuerpo a cuerpo con un cliente

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Volviendo a Sally… Uno de los empleos que le reportó más beneficios fueron “sesiones privadas de lucha”. Esto es, ella luchaba contra hombres que pagaban hasta 300 dólares la hora por enfrentarse a ella cuerpo a cuerpo. Su nombre hermoso era Killer Sally.

Gracias a ello Ray pudo dedicarse de harto al mundo del culturismo y superar los títulos de peso pesado y común tanto en el Campeonato NPC de California como en el Campeonato Norteamericano IFBB, y competir en Mr. Olympia de 1993, quedando en el puesto 15.

Ray McNeil, en una de sus competiciones de culturismo

Ray McNeil, en una de sus competiciones de culturismo

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Mientras la relación del coyunda hacía aguas, Ray comenzó a tener una doble vida y amantes, poco que a Sally le sacaba de quicio. La reacción de la mujer llegó a ser tan explosiva que, en una ocasión, inmovilizó a la querido de su marido golpeándola en el suelo. En cuanto a él, Sally lo apuntó en la individuo con un armas.


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No fue su único comportamiento violento. La autoritario fue arrestada por arremeter al cartero, que había abofeteado presuntamente a su hijo John a posteriori de que este discutiera a su vez con el hijo del empleado de correos. Otro arresto se produjo cuando pateó tres veces en la cara del guardameta de un bar por reñirla tras danzar sobre las mesas. Cuando llegó la policía amenazó con matarlos a todos.

Un San Valentín indignado

Con esta helicoidal de violencia, llegó el 14 de febrero de 1995. El día de San Valentín se tornó trágico cuando Sally se enteró de que Ray había tenido una cita con otra mujer, una compañera del pabellón. A las 21:15 horas el marido llegó a la casa, y según el prueba de ella, el hombre inició su habitual ritual de violencia.

Ray la golpeó y trató de estrangularla, pero Sally consiguió trastocarse de él y salir corriendo en torno a su habitación. Una vez adentro, una escopeta y lo disparó dos veces, una en el panza y una en la mandíbula, mientras él trataba de atraparla. “Era sobrehumano”, se justificó Sally tras perpetrar el crimen, y en sugerencia a la cantidad de esteroides que él llevaba en el cuerpo.

Sally y Ray McNeil

Sally y Ray McNeil

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Acto seguido, Sally llamó a emergencias para informar de lo ocurrido y los agentes procedieron a su detención. A raíz de este suceso, la prensa bautizó a nuestra protagonista como “la princesa inflada” o “la novia musculosa”. Y es que la condición física de Sally como culturista no pasó desapercibida en presencia de la opinión pública, ni siquiera en presencia de el fiscal.


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Un año a posteriori, además el 14 de febrero, dio eclosión el madurez contra Sally McNeil por matar presuntamente a su marido en defensa propia. Las pruebas recabadas cuestionaron la fiabilidad de su historia de malos tratos. Por un costado, la trayectoria de las balas debía de tener sido distinta, una de ellas disparada desde el suelo. No era el caso.

La escopeta utilizada por Sally McNeil para matar a su marido

La escopeta utilizada por Sally McNeil para matar a su marido

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Por el otro, las salpicaduras de matanza debían de estar por fuera de una lamparón y no por adentro. Esto solo podía significar una cosa: Ray recibió el segundo disparo en la cara mientras estaba en el suelo porque la matanza salió despedida en torno a hacia lo alto. Adicionalmente, siquiera se halló material hereditario de Sally, su ADN, en Ray. Luego, eso solo podía significar una cosa: que no había habido una pelea previa al momento del crimen.

Otro de los puntos secreto de la cargo fue un cartucho de escopeta enemigo en el dormitorio. Esto llevó a pensar que Sally volvió a la habitación donde estaba la munición para recargar el armas. Luego, quiso disparar intencionadamente por segunda vez a su marido para rematarlo.

Sally McNeil: la lámpara en la escena del crimen

Sally McNeil: la lamparón en la panorama del crimen

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En cuanto a la calificación del crimen, el fiscal Daniel Goldstein lo tenía claro: Sally era una “mujer celosa que perdió los estribos” al descubrir la infidelidad de su marido. “Él iba a romper con ella y tenía una aventura con otra mujer. Para mí eso es homicidio premeditado”, reveló el leído, que además recalcó que “una persona violenta no puede ser una mujer maltratada”.

La apariencia musculosa de Sally jugó en su contra en el madurez. Ese argumento, las pruebas anteriormente descritas y los referencias violentos de la acusada tumbaron la legítima defensa. La jueza Laura Haines lo tuvo claro: “Serás una anciana cuando salgas. Ray no merecía vencer así”.

Sally McNeal, durante el documental 'Killer Sally'

Sally McNeal, durante el documental ‘Killer Sally’

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Sally McNeil fue sentenciada a sujeción perpetua, con un imperceptible de 19 primaveras de prisión, por un homicidio en segundo categoría y fue enviada al Centro para Mujeres de California Central, en Chowchilla. El 29 de mayo de 2020, el Área de Correcciones y Rehabilitación de California le concedió la arbitrio condicional y Sally rehízo su vida.

Su vida transcurre al finalidad de California, donde contrajo coyunda con su tercer marido, Norfleet Stewart, al que conoció en un reunión de apoyo para veteranos. En una de sus últimas apariciones públicas, la culturista asesina llegó a aseverar: “No merecía la sentencia que recibí. Pero ya no me importa, soy redimido”.

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