El PSOE ha hecho entender a demasiados españoles como normal, ¡incluso positivo!, que un Gobierno en funciones roza el delito de alta traición.
Pedro Sánchez y Carlos Puigdemont eran dos políticos condenados (¿amnistizados?) a entenderse y a utilizarse. Ambos comparten la misma interpretación del poder y su gestión como una cuestión de estricta supervivencia personal: la fe egoísta en uno mismo.
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