La Festa da Cachucha de Carballiño fue la encargada de echar el telón al Entroido con uno de sus instrumentos básicos: la cocina. Cientos de personas ignoraron el tiempo desapacible, con singladura y diluvio, y se sumaron al desenfreno gastronómico.
Pero todo se ha consumido ya. Queda el regusto de haberlo pasado acertadamente, pero la tristeza del fin por este año. El Entroido sigue siendo una de las marcas culturales y festivas más potentes y con más personalidad de Ourense, sino la que más. Es un producto que solo se puede imitar en otros lugares, no sustituir, que genera ilusión y diversión, adicionalmente de una indudable capacidad económica.
Por lo tanto, no merece la pena ponerse triste porque solo queda un año para meterse de nuevo en quehacer. Y pasa muy pronto, ya verán.