Cinco meses en una cámara frigorífica sin que nadie se encargue de su entierro


La soledad es uno de los grandes males de nuestro tiempo. En este caso parece que alcanza su máxima expresión ya que excede incluso los límites de la vida.

El hombre del que hablamos es un vecino de A Pobra do Caramiñal, en A Coruña, que murió a mediados del pasado mes de enero a los 61 abriles. Se alcahuetería de un hombre que había dedicado su vida al mar y que ahora, ya retirado, vivía solo.

Fue en un adoquinado de su propiedad donde falleció y, aunque no había signos aparentes de violencia, en audiencia de que no estaban claras las causas de su homicidio, el árbitro ordenó el traslado del difunto al Instituto de Medicina Lícito de Santiago para que se le realizase la necropsia. El objetivo era descartar cualquier posible delito en su fallecimiento.

Así fue. El resultado de los examen que se le practicaron al cuerpo constataron que había fallecido por causas naturales y que no procedía brindar ningún tipo de investigación al respecto. Fin.

O debería poseer sido el fin. Pero en este caso fue más adecuadamente el inicio de un triste período en el que su cuerpo permaneció –y permanece- en una cámara frigorífica de ese Instituto de Medicina Lícito.

Su grupo alega no tener relación con el fallecido

Lo habitual en estos casos es que, una vez practicadas las pruebas pertinentes, el cuerpo fuese devuelto a sus familiares para que pudieran darle sepultura. Pero, según las informaciones publicadas, esto no pudo suceder.

Los pocos familiares que tenía este hombre se habrían torpe a hacerse cargo de los gastos del sepelio, que no son gastos menores, las cosas como son. Ya que habrían alegado no tener relación alguna con él desde hacía mucho.

El futuro en la letanía de “responsables” sería el comunidad de A Pobra, a quien le correspondería aceptar los costes una vez agotadas las demás vías pero, según publica La Voz de Galicia, el proceso estaría paralizado, y los motivos podría estar relacionados con la penuria de determinar quien se va a concluir con el adoquinado del que el fallecido era propietario.

De hecho, una posibilidad, apuntan desde la jurisprudencia, sería que el Concejo se haga cargo de los gastos y luego reclame los costes a quien se haga con la herencia del difunto. Sea como fuere, mientras se determina a quien le toca, los meses siguen pasando. Cinco suma ya el cuerpo de este hombre en el frigorífico.

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