El secuestro de Quini (y III): rescate de precisión suiza




El punta centro del FC Barcelona Enrique Castro, Quini, permaneció en 1981 encerrado durante 24 días en un hoyo de escasamente 8 metros cuadrados construido en un semisótano de un taller mecánico de Zaragoza.

Sin ventilación, sin poder distinguir cuándo era de día y cuándo de sombra, los secuestradores accedieron a facilitarle un receptor de televisión cuando se acordó la entrega de los 100 millones de pesetas que exigían como rescate. El cuota debía realizarse en una cuenta corriente de un asiento suizo, lo que presuntamente garantizaba el anonimato de su titular.

Una brillante operación policial y legislativo, en coordinación con las autoridades helvéticas, permitió detener a uno de los secuestradores, quien no tardó en confesar el paradero del pichichi azulgrana, lo que permitió su inmediata libramiento.

Trasladado a Barcelona, en plena alboreo, una manifestación espontánea de centenares de aficionados barcelonistas le dio la bienvenida en las dependencias de la Dominio Superior de Policía en la Via Laietana.

El atleta, abrumado delante la multitud, dijo perdonar a sus secuestradores y manifestó su deseo de divertirse cuanto ayer. Aquella temporada ganaría el Pichichi y la Copa del Rey.

En la crónica negra desembocan todos los ríos de la pasión: el deseo, la ambición, los celos, la ira, el odio, el apego, la codicia, la anhelo… No hay historias solo de buenos y malos. Hay relatos llenos de matices, de medias verdades, de fortalezas y de debilidades, de inocencia y de crueldad.

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