Visto y oído en boca de una chilena que “no se deja matonear”


Aunque le gusta charlar y meter la napias en todo tipo de asuntos, Daniela Tormen (Santiago de Pimiento, 1979) no es de conversaciones triviales. “Mi superiora dice que soy una cotilla impulsiva”, comenta, y nadie más allí de la existencia. Ella, a diferencia de muchos ciudadanos ya sean de pura cepa que fruto de exóticas mezclas, se interesa por el devenir de la sociedad ourensana. “Soy una caradura”, confiesa, y regala momentos simpáticos cuando quiere ser resolutiva, no perder tiempo en chácharas estériles, y aventajar segundos para temas con substancia. 

Nacida en una ciudad que según ella asemeja a Ourense, “chiquita, por un flanco tienes la Cordillera de los Andes, y el mar a una hora”, se muda a Buenos Aires a los diez primaveras y de ahí ya no retorna. A España viene primero de invitado como estudiante de Medicina, en un año sabatino, premiada por ser buena pupila, y tiempo a posteriori se asienta tras conocer a su compañero. “No estamos casados ni somos pareja de hecho”, aclara, y la estampa preparatorio de virtuosa infante se deshace para construir una Daniela más auténtica y más verdad. “Fue un súper flechazo”, describe a modo de coartada ese combate que tuvo superficie en Argentina, y que la llevó a formar comunidad con un ourensano, hijo de emigrantes en Alemania.

LA NUEVA OURENSANÍA (2)
LA NUEVA OURENSANÍA (2)

Propietaria de Bonshyo Tatoo, un negocio de tatuaje, borrado con láser y piercing en la calle Jesús Soria, desarrolla labores que van desde la fregado, a poner anillos de acuerdo a su Formación Higiénico-Sanitaria en estas técnicas. “La carga mental la delego en mi marido”, comenta en relación al cuidado de su hija y confunde el término que le une a ese hombre con el que lleva veintitrés primaveras. En cuanto a su filosofía comercial es clara, “se cree la clan que de matones nos van a matonear”, y hace referencia al hecho de que informan amablemente de que no tatúan ni códigos extraños, que puedan ser xenófobos, o violencia explícita con destino a la mujer “estilos chicanos con tías con pistolas en la boca”, menciona a modo de ejemplo. “No tatuamos esas chorradas”, concluye tajante. Por lo manido el pedido fortuna es el borrado de tatuaje, que encima de costoso, duele mucho. “Sobre todo nombres de ex, y yo no sé porqué la clan se los pone en la ingle”, se carcajea Daniela y nos cuenta la historia de un cliente habitual al que asesoraron se tachase los nombres de sus queridas pasadas y que ya cuenta seis rayones en el remo.

Sobre Pimiento hablamos del presidente Gabriel Boric. “Lo tiene muy difícil porque allí el fortuna y el poder es de pocas familias y muy asentadas”. Sobre Ourense, “no se regala la cumplimiento”, y palabra del cáracter cerrado de sus gentes que cuando se abre crea un vínculo para siempre. “Me gusta que, como el sitio es pequeño, tienes que cuidar las relaciones”, añade. Pero de naturaleza observadora y pensamiento crítico no puede evitar destacar con otros detalles. “Hay clan que no ha nacido del extrarradio”, comenta en relación a O Couto, vecindario que “nunca abandonará” y que considera formado íntegramente por trabajadores. Sobre España se declara antimonárquica. “No es que prefiera ser la reina de la mafia”, opina en presencia de la posibilidad de sacarse la cuna italiana, pero puntualiza: “A mí este rollo de ser súbdito no me gusta”.

De sus filias

Confiesa Daniela ser aficionado del morapio, la germanía y los guatitas de estas tierras, manjares contundentes que son placeres mundanos para personalidades como la suya. “¡Filliña!”, sabe opinar en gallego, un idioma que se intuye quisiera dominar pero admite “no he podido pillarle el ritmo”. ¿Un sueño? Fugarse.

De sus fobias

“El racismo lo hay en todos lados pero aquí es muy selectivo”, denuncia Daniela que en Jesús Soria hay reclamos a la prostitución que ella no ve en otras partes de la ciudad. “Se buscan chicas para particular”, rezan según ella estos letreros ubicados en establecimientos de la zona. Consciente de su capacidad como agente de cambio, organiza actividades con mujeres recién llegadas, y encara a los que permiten en sus negocios estos anuncios. “¿Estás seguro de que quieres tener ahí ese cartel?”, pregunta gentilmente a más de un comerciante.

Tormen es una que no se calla y que no está dispuesta a que la historia pase y adiós muy buenas. Por eso no le cuesta opinar detención y claro, “¡no me gusta nadie nuestro corregidor!”, cuando se palabra de lo colectivo, o “mi padre abandonó a mi superiora y se fue a Miami”, a bocajarro, cuando se profundiza en lo individual. Entiende este combate como una oportunidad para darle un molinete a la cosas y no la desaprovecha. Así es como Daniela pelea la vida, sin tener ganas de pelea.

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