La biblioteca más pequeña en una cabina telefónica de un pueblo de Cuenca


Casi un siglo después de que las cabinas telefónicas comenzaran a extenderse por la geografía española, desde que la primera que existió en España se instaló en 1928 en la Parque del Retiro en MadridA finales de 2020 solo quedaban instaladas 14.824 de esas 100.000 cabinas telefónicas que existían hasta la década de los 90 del siglo pasado, de las que 51 están en la provincia de Cuenca.

La mayoría de estas cabañas están abandonadas y en un estado lamentable, salvo una en un pequeño pueblo de irreductibles conquenses que han decidido darle una segunda vida. En Ribatajada, un entidad local menor perteneciente al municipio de Sotorribas (Cuenca), donde no llega ni al centenar de habitantes, sus vecinos han convertido uno de estos espacios -hoy en desuso por la expansión de los teléfonos móviles- en una biblioteca, quizás la más pequeña del mundo.

Todo comenzó en 2021, como muchas cosas, en un bar con una cerveza o un vino en la mano. Uno de los que estaba allí era José Ignacio García, un joven de 37 años que decidió dejar su Valencia natal, donde trabajaba desde los 16, para buscar sus raíces y una nueva vida en el pueblo de sus padres hace cuatro años. Así llegó a Ribatajada, donde tiene su huerta y sus viñedos, y es contratado por temporadas a través de planes municipales de empleo para realizar tareas de mantenimiento urbano.

Así conoció las carencias y las posibilidades de este localidad situada entre la Serranía y la Alcarria de Cuenca y a unos 35 kilómetros de la capital Cuenca. Frente al bar donde hace dos años José Ignacio tomaba una copa con los feligreses, está la antigua cabina telefónica que “se ha convertido en uno de los atractivos del pueblo”, cuenta a torrevieja news today el precursor de la minibiblioteca pública.

Tras hablarlo con los vecinos, el joven se puso manos a la obra y lo arregló, lijó y pintó con colores, triángulos y otros dibujos, algo en lo que le ayudaron los dos únicos niños de Ribatajada. El espacio también cuenta con una pizarra con tiza para los más pequeños y suele tener unos cincuenta ejemplares, paradójicamente más para niños que para adultos, aunque los libros van rotando con el uso e intercambio de los usuarios.

“La temporada alta de la cabaña-biblioteca son los meses de calor, cuando viene más gente de fuera del pueblo, e incluso gente de otros pueblos”, cuenta su promotor, que recuerda cómo el chico que recogía la basura les preguntaba si iban. podría llevar un libro. “Para eso están”, le dijimos. Y luego traía los que sus hijos ya habían leído”, relata, al tiempo que enfatiza la autogestión y el normal funcionamiento del proyecto, pues solo tuvo que devolver dos o tres libros porque se habían mojado.

Biblioteca Municipal de Ribatajada

José Ignacio García

Sin embargo, este no es el único espacio cultural y de encuentro del que dispone el municipio. Hay otra biblioteca ‘normal’ que también se construyó por iniciativa popular con libros comprados por la asociación cultural del pueblo y muchos otros que fueron donados por una Biblioteca de Pozuelo de Alarcón (Madrid), ya que allí trabaja un vecino del pueblo. Y también hay un punto de internet con dos ordenadores, lo que lo ha convertido en un lugar de ocio y teletrabajo mientras esperan a que llegue la fibra óptica.

“Pocos con buenas ideas”

“En el pueblo somos pocos, pero con buenas ideas”, destaca José Ignacio, quien, como muchos otros jóvenes que tienen allí sus raíces, algunos de ellos universitarios, decidió volver para emprender nuevos proyectos de vida y trabajo. De hecho, dice que en época de frío sólo viven en Ribatajada unos cincuenta vecinos, diez de los cuales son personas de entre 30 y 40 años que han puesto en marcha algún festival de rock solidario, actividades deportivas o peñas gastronómicas.

Vista de Ribatajada

José Ignacio García

Incluso él mismo es el responsable de otra iniciativa con la que está instalando bancos de madera de poda. “El paseo es la única afición que tienen muchos vecinos, la mayoría mayores, y por eso decidí construir bancos para que pudieran descansar a la sombra de un árbol en algunos puntos del pueblo”, apunta.

José Ignacio lo tiene claro: «Si no estás a gusto con tu vida en una gran ciudad, en los pueblos puedes vivir bien. Hoy en día, en muchos trabajos se puede teletrabajar y hay servicios, si no en el mismo sitio, cerca. Además, faltan algunas profesiones, como albañiles, electricistas y otros oficios. Por eso se quedará un tiempo en Ribatajada, junto a otros jóvenes vecinos con los que comparte un lema: “Cada piedra hace un muro”.

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