Orgullo, codicia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Estas son las siete pasiones del alma que la tradición eclesiástica ha identificado como pecados capitales durante siglos. Sin embargo, estas inclinaciones no se reducen solo a comportamientos del pasado, sino que pueden observarse en los acontecimientos actuales. En esta serie de artículos retratamos a siete asesinos españoles que, impulsados por alguna de estas pasiones, acabaron con la vida de otras personas de formas tristemente inclasificables.
1. Orgullo
Homicidios sin conexión. Un único elemento común: cartas de baraja española junto a los cadáveres. Repasamos los diferentes asesinatos que Alfredo Galán llevó a cabo en las calles de Madrid en 2003 y los motivos que le llevaron a cometer esos actos.
2. Codicia
Una mujer fría, distante e imperturbable. María Ángeles Molina, conocida como angiFue sentenciada a 18 años de prisión por el asesinato de una mujer que se hacía pasar por ella. ¿El objetivo detrás del phishing? Obtén préstamos y firma pólizas de vida. En otras palabras, dinero.
3. lujuria
El episodio de la lujuria reúne todos los elementos de la perversión. Relatamos los actos sádicos que Juan Carlos Aguilar llevó a cabo en su escuela de artes marciales de Bilbao. Detrás de la máscara de un guerrero Shaolin, Aguilar torturó y desmembró a varias víctimas a las que grabó con su cámara.
4. Ira
La ira puede conducir a la locura. Este fue el caso de Francisca González, que ahogó a sus hijos de cuatro y seis años con un cargador de móvil. Todo esto, mientras su otro hijo mayor dormía en la habitación contigua. Su objetivo: causar un daño irreparable a su marido.
5. Gula
El protagonista de este evento es el más joven de la serie. Alberto Sánchez, de 26 años, pasó dos semanas alimentándose de los restos humanos que congelaba, cocinaba y compartía con su perro. Unos restos humanos que, nada más y nada menos, pertenecían al cuerpo de su madre.
6. Envidia
Uno de los casos más sonados de los últimos años. Ana Julia Quezada asesinó al hijo de su pareja porque estorbaba. El pequeño Gabriel desapareció y los siguientes días de angustia culminaron con la peor noticia. El compañero de su padre, que con enorme sangre fría lloraba desconsoladamente ante las cámaras los días del allanamiento, era el asesino.
7. perezoso
Asunta, la niña de 12 años adoptada en China, no encajaba en la vida de sus padres separados. Ambos acordaron el asesinato de su hija. La pequeña murió asfixiada tras una alta ingesta de ansiolíticos suministrados por sus padres. Rosario Porto y Alfonso Basterra sellaron un pacto de no acusarse mutuamente.